La falta de previsión en un mercado futbolístico más inflacionista que nunca han marcado la esperpéntica estrategia del Barcelona, que ha realizado el mayor fichaje de su historia ( Dembélé) tras protagonizar el más alto traspaso ( Neymar) y tiene pendiente de firma la apalabrada renovación de su máxima estrella: Leo Messi. Todo ello aderezado con declaraciones fuera de lugar del numeroso equipo de fichajes del club, que ha sumado un nuevo componente ( Pep Segura), de revelaciones procedentes del entorno del Barça, como Josep Maria Minguella quien informó de que en mayo el club ya conocía la marcha de Neymar, y con una moción de censura amenazando el futuro del presidente Josep Maria Bartomeu.

Los datos que ofrece el portal de transacciones futbolísticas (Transfermarkt) muestran un detalle inusitado. Este año, por primera vez en doce cursos, el Barça tendrá beneficios en el balance de gastos e ingresos relativos a contrataciones y bajas.

El club azulgrana, especialmente por los 222 millones de la cláusula de rescisión de Neymar, ha ingresado 34 millones más de lo que ha gastado, algo que no ocurría desde la temporada 2005-2006.

Hasta que la tormenta Neymar no descargó en los despachos de Arístides Maillol, el Barcelona centró su prioridad en la contratación de un lateral derecho, una vez garantizada la repesca del delantero Gerard Deulofeu.

El primer candidato fue Héctor Bellerín, pero las elevadas pretensiones del Arsenal (40 millones) alejaron el interés azulgrana, que acabó firmando un mes después a Nélson Semedo, por diez millones menos.

Seguramente cuando, a mediados de junio, apareció en los medios el interés por Marco Verratti (PSG), que incluso llegó a posar mostrando una camiseta del Barça, es cuando Nasser Al-Khelaifi, el propietario de los parisinos, decidió ir a por Neymar.

Verratti se quedó en París y el siguiente candidato fue el bético Ceballos, que acabó firmando por el Real Madrid. Para concretar la llegada del brasileño Paulinho, un centrocampista de 29 años pero de otro perfil, el Barça tuvo que abonar el traspaso más caro realizado hasta la fecha a un equipo chino, 40 millones al Guangzhou Evergrande.

A mediados de julio empezó a cocinarse el adiós de Neymar, un anuncio realizado desde Brasil por el periodista Marcelo Bechler: «Neymar se incorporará en dos semanas al PSG», una de las pocas informaciones periodísticas cien por cien fiables del curso de verano.

Entre el anuncio de Bechler y la foto del «Se queda» en las redes sociales de Neymar y Gerard Piqué pasó una semana. Siete días después, el brasileño ya había cerrado su pase al PSG.

Con el dinero fresco, el Barça centró sus esfuerzos en Coutinho (Liverpool) y Dembelé (Borussia Dortmund). Ingleses y alemanes sabían que era el momento de pedir lo máximo por sus estrellas, pero ni los 160 millones de euros convencieron al Liverpool, que lo había tasado en 200.

El Dortmund no se resistió a los 105 millones, más variables, y acabó vendiendo por Dembelé. Otro candidato para el centro del campo fue el marfileño Jean Michael Seri (Niza). Miembros de la comisión técnica deshicieron sorprendentemente la operación (unos 40 millones de euros), después de haber cerrado prácticamente todos los detalles.

Sin Coutinho y descartado Seri, el Barcelona apuró sus opciones hasta última hora del último día del mercado y realizó una oferta a la desesperada por fichar a Ángel Di María, aunque las pretensiones del PSG impidieron que se concretara.

En estos últimos meses, la hemeroteca ha dibujado la incapacidad del Barcelona, como las declaraciones de su vicepresidente deportivo, Jordi Mestre: «Neymar se queda al 200 por cien», las del manager deportivo, Pep Segura: «Coutinho y Dembelé están cerca» o las del secretario técnico, Robert Fernández: «Tener 222 millones es una dificultad, pero el hecho de movernos con rapidez desde hace tiempo, nos ayuda».