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Siviero, el sexto hombre

Hasta cinco técnicos han intentado sin éxito sacar al Hércules del pozo de la Segunda División B desde el año 2014

Siviero, el sexto hombre

El argentino Gustavo Lionel Siviero coge el timón del Hércules en su cuarta aventura consecutiva en 2ªB. El objetivo, de sobra conocido por todos: la vuelta al fútbol profesional. Desde 2014, hasta cinco entrenadores diferentes han ocupado el banquillo del club sin lograr el preciado ascenso y, lo que es peor, ninguno de los tres que comenzó cada una de las primeras tres intentonas consiguió terminar el curso.

El primer elegido para sacar al Hércules de la categoría de bronce, en la 14/15, fue el burgalés José Rojo «Pacheta», una apuesta por un entrenador con un perfil muy definido. De carácter fuerte e ideas claras y con un estilo muy acoplado a la categoría: juego directo, buscar la espalda de la defensa rival y pelear la segunda jugada. En su presentación no dejó dudas: «Quiero armar un equipo competitivo e intenso, dominador y con carácter». Pese a que el inicio no fue muy halagüeño (derrota en Elda, empate en casa contra Huracán y dantesca eliminación contra el Eldense en Copa), llegó a final de año líder. Acusó varias lesiones de jugadores clave, pero justo cuando los recuperó el equipo se cayó.

Tras el nuevo año cosechó dos empates y dos derrotas, la última en casa contra el Olímpic que le costó el puesto y que dejaba al Hércules cuarto, a siete puntos del líder. Su balance en casa fue lapidario (3 victorias en 13 partidos) y, según Barroso, su juego no convencía. En su haber, honradez, trabajo y el acierto de colocar al hasta entonces lateral izquierdo Álex Muñoz en el centro de la zaga. En su debe, no ser capaz de marcar tres o más goles en un partido, aunque tampoco los recibió.

Acto seguido, en la jornada 23 llegó el jienense Manolo Herrero, con una propuesta de juego diferente, más ambiciosa y atractiva. Pronto mostró su intención de «dar un giro al equipo», quería un equipo dominador y con hambre de balón. El esquema también sufrió variaciones y se pasó a un 4-3-3. «No voy a enseñarles a jugar al fútbol, pero sí a asociarse», señalaba en sus primeras declaraciones. También mostró su preocupación por la «falta de fluidez y de remate» que padecía el equipo. La primera se solventó con la llegada de David González, la segunda es un mal endémico que ha sufrido el Hércules desde hace años, pero que se ha agudizado en este último periplo.

Hasta el mes de marzo no consiguió dar con la tecla, coincidiendo principalmente con la recuperación de Álex Muñoz y, en menor medida, con el fichaje de González, que ayudaron a que el equipo encarrilara tres victorias seguidas. Aún así, la clasificación al play-off fue de carambola, pero una vez en él se vio al mejor Hércules de la temporada. Sólo el escándalo arbitral de Sánchez Laso frenó a un equipo lanzado tras el gol de Fran González en Murcia y el doblete de Chechu en la ida contra el Cádiz.

Su buen hacer le garantizó iniciar la 15/16, pero fue despedido en enero tras perder en casa contra el Alcoyano. Venía de encadenar 15 jornadas sin perder, aunque 8 de ellas habían sido empates. Dejaba al Hércules 4º, como «Pacheta», a 9 puntos del líder.

Tras él apareció Vicente Mir, avalado por su ascenso a 2ªB con el Ilicitano y la permanencia al año siguiente. Su llegada suponía una vuelta al carácter de «Pacheta», pero con la filosofía de Herrero. Su exigencia e intensidad quedó clara en el vestuario: «El delantero que no robe, no juega».

El gol, tarea pendiente

Al mismo tiempo que el técnico ilicitano llegó Mainz, que se erigió en el máximo goleador del equipo pese a jugar sólo la segunda vuelta. El ariete aragonés marcó nueve goles en cinco meses e hizo olvidar uno de los mayores quebraderos del club en los últimos tiempos.

Con Mir el Hércules enlazó 16 partidos sin perder, siete de los cuales fueron ganados de forma consecutiva. La inercia era la más idónea para afrontar la última eliminatoria, nuevamente contra el Cádiz, pero se cruzó la mala fortuna en el camino del Hércules, que fue incapaz de sobreponerse a un inoportuno resbalón de Álex Muñoz en el partido de vuelta con un Rico Pérez hasta la bandera.

El pasado curso arrancó bajo la batuta de Tevenet, que también había logrado ascender a 2ª, en su caso con el Huesca. El sevillano, que volvía a prometer fútbol ofensivo y de posesión, ofreció una variante: la de no arrugarse a la hora de tener que variar su propuesta según las circunstancias.

El inicio fue irregular, como lo sería toda la temporada, que sólo la mantenía con vida el fantástico papel en la Copa del Rey, donde superó tres rondas, algo casi de otra década en el club. En dieciseisavos el Hércules quedó emparejado con el Barça y hasta logró rascar un empate en el Rico Pérez. No obstante, una vez acabada la aventura copera el equipo y el entrenador quedaron desnudos sin nada a lo que aferrarse. La realidad liguera era que a final de año el equipo había perdido en seis ocasiones (más que el curso pasado entero) y que no era capaz de encontrar a un goleador.

Un tropiezo en casa ante el Hospitalet hacía a Tevenet abandonar el banquillo tras 11 derrotas en 28 partidos, todo un récord negativo. Su incomprensible apuesta por Lolo como defensa central, los continuos errores defensivos en jugadas de estrategia y la incapacidad de ganar un partido a los rivales de arriba colmaron la paciencia de una directiva que aguantó más que en los dos años anteriores.

El encargado para levantar un navío a la deriva fue Carlos Luque, ayudante de Mir primero y entrenador del filial después. Por entonces, el Hércules era ya quinto, a cinco puntos del cuarto y nada menos que a trece del liderato. Una quimera. Luque, un enamorado de la estrategia, no pudo enderezar el rumbo del equipo y terminó séptimo. Sólo logró encadenar dos victorias seguidas, ya al final de la liga cuando todo estaba decidido. El fichaje de Delgado tampoco palió la falta de gol. Sin embargo, se ha integrado dentro del organigrama técnico del club.

Siviero, por tanto, será el sexto entrenador que trate de devolver al Hércules a 2ª. Los cimientos ya los tiene: un portero de garantías y una defensa apuntalada al 90%, con Samuel y Santamaría, los centrales de la defensa menos goleada de toda la categoría el año pasado. Ahora sólo falta atinar en el tiro que queda, el del gol.

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