Un triunfo incontestable del Atlético de Madrid y dos goles de Fernando Torres despidieron ayer con emoción, pasión y victoria (3-1) el estadio Vicente Calderón contra el Athletic Club, desbordado y doblegado desde el minuto 10 y con el objetivo europeo todavía pendiente de la final de la Copa del Rey.

Una inquietud para el conjunto bilbaíno, que no existió hasta el minuto 70, hasta que Williams anotó el 2-1, de un partido que terminó 3-1, con el tanto de Correa, y que ya antes había apuntado a goleada a favor del equipo madrileño, mejor siempre sobre el terreno de juego que su rival y en un campo que ya no pisará más, pero que permanecerá irreductible en el tiempo.

Ayer fue su última tarde, de melancolía y emoción, en la despedida oficial de su casa durante el último medio siglo, durante 1.227 partidos oficiales, durante muchos duelos memorables, el escenario de la Copa Intercontinental, de dos Ligas, de inolvidables momentos y triunfos, de gestas, remontadas e incluso de decepciones que construyeron lo que hoy es y será siempre para toda su hinchada.

Mientras la modernidad y el cambio de campo devora definitivamente el Calderón, el Atlético hacía lo propio con el Athletic. En 10 minutos, en un momento, aunque no hubiera absolutamente nada en juego en la clasificación para él, aunque estuviera Europa en juego para su rival. Lo merecía la cita.

También Fernando Torres, uno más, como él siempre dice, de los 55.000 espectadores que asistían al fin del Manzanares. No hay nombre quizá que despierte tanta emoción en la actual plantilla entre el aficionado rojiblanco que el suyo. Por lo que ha significado, lo que significa y lo que significará para ellos.

En 10 minutos, dos goles del «9», el segundo máximo artillero de la historia del Calderón en la Liga, sólo superado por otra leyenda, Gárate. Los dos con tres protagonistas, Griezmann, Koke y Torres, conectados en dos acciones que retrataron a un Athletic incrédulo.