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Rafa-Roger, dos fes verdaderas

Rafa-Roger, dos fes verdaderas

Mejor que no lean este artículo quienes viajarían a Australia para presenciar una final Wawrinka-Dimitrov. El 99 por ciento restante de la humanidad, no solo celebra el renacimiento antes que resurrección de Nadal porque coloca al mallorquín al borde de su decimoquinto Grand Slam. El duelo con Federer en una final es el regreso de los Beatles, con la apreciable diferencia de que los tenistas han tenido que despachar a guitarrazos a la generación íntegra de sus sucesores.

Vuelve el Madrid-Barça del tenis, y no en un torneo menor sino en la final de LA Champions. Las dos fes verdaderas del deporte individual mundial se llaman Rafa y Federer. Ni Ali-Frazier ni Magic-Larry Bird (eran dueños de sus equipos) han desatado una fiebre literaria semejante. Han agotado las comparaciones mitológicas, han apasionado a escritores de culto como David Foster Wallace o William Skidelsky, que subtituló «Historia de una obsesión» su libro autobiográfico Federer y yo.

En un deporte tan educado, deberíamos citar a Dimitrov, pero el viernes demostró que no merece ni una línea en este artículo. Cuidado, no porque Nadal vuelva a ser inexpugnable. Quienes divinizan al mallorquín, degradan sus triunfos magníficamente terrestres, al alcance de personas dispuestas a obtener el genio con cien mil horas de práctica.

Este fin de semana se multiplicarán las interpretaciones del nuevo leasing de Nadal. En mi falible opinión, ha logrado invertir la carga psicológica del miedo que le asaltó al adquirir conciencia de su edad. Se estancó porque temía perder ante atletas más jóvenes, hoy obliga a los lobeznos a enfrentarse al horror de perder con un veterano.

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