El Elche se volvió a quedar a mitad de camino, sin llegar a la otra orilla cuando ya la tocaba con las manos. Duele remar tanto, para que, al final, todo lo trabajado en el lago futbolístico del partido no sirva para nada y uno termine ahogándose por carecer de salvavidas o por no ser capaz de encontrar la corriente adecuada para llevar la embarcación a buen puerto.

Hubo momentos en los que supo llevar la barca por el lugar indicado, lejos de la zona de aguas bravas, pero otros, en los que tanto el capitán de la embarcación, en este caso el técnico Alberto Toril, no estuvo acertado, y, en otras, sus marineros cometieron errores, demasiados, que al final se pagan caros y que permiten que los rivales logren sus objetivos sin hacer más de la cuenta.

Uno tiene la sensación, cuando acaban los partidos, de que la derrota es injusta, que se han hecho méritos para más, pero ese mirarse al espejo continuamente y de pensar que soy el más guapo evita en muchas ocasiones hacer la oportuna autocrítica, tan necesaria cuando se deben arreglar las cosas que no se hacen bien. El argumento de que todos los demás son mejores que tu y el agarrarse a los presupuestos resulta ya cansino.

Este Elche recibe muchos goles y mientras eso no se arregle no habrá manera de luchar por algo. Mirar siempre para adelante es bonito para el espectador, pero el fútbol, por encima de todo es equilibrio, es Busquets y Casimiro. Los franjiverdes se han olvidado de ello y están metidos en un bucle del que va ser muy difícil salir si no se cambian muchas cosas. Insistir en el mismo discurso de forma persistente puede llevar a este equipo al precipicio cuando tiene argumentos futbolísticos para hacer mucho mejor las cosas y sin tantos altibajos. La noria franjiverde siempre termina los partidos abajo y eso se debe corregir lo antes posible.

Se pasó de vilipendiar a Baraja por su obsesión en buscar equilibrio a lanzar flores a Toril porque siempre mira la puerta contraria, pero la verdad está en el medio, mejor dicho en las dos áreas, con prioridad para la propia. Si no se cierra el grifo de los goles en contra el futuro del equipo no puede ser el deseado.

El Elche tuvo 30 minutos muy buenos, en los que Nino pudo adelantar al equipo y el árbitro se comió un claro penalti cometido sobre Hervías. Los franjiverdes robaban fácil en el centro y sorprendían al rival por las bandas con el extremo riojano y Liberto. El Oviedo era un equipo muy presionado y con una defensa muy endeble.

A medida de que Saúl Berjón entró en la dinámica del partido el Oviedo creció y fue dejando sin opciones al Elche. El extremo ovetense encontró una autética autopista por su carril izquierdo, superando una y otra vez a Luis Pérez. Ahí pudo estar la clave del encuentro. No se supo en ningún momento leer esta situación, las ayudas al de Utrera jamás existieron y todo el mundo pudo ver que por esa zona del campo los asturianos iban a romper el partido.

Se llegó al descanso pidiendo la hora y al Elche le salvó la campana, como al boxeador tocado que no acierta a ver de dónde le vienen los golpes de un rival que terminó la primera parte siendo mejor que el conjunto ilicitano.

Tras el descanso, Toril no varió su planteamiento de partido y en apenas cinco minutos lo que se presagiaba se hizo realidad. Saúl Berjón buscó su espacio por la banda, ya que por el centro nadie fue capaz de ir a la ayuda, y su centro lo remató dentro del área al fondo de la red Toché (1-0).

Tanto fue el cántaro a la fuente que al final se rompió. El barco franjiverde pareció ir a la deriva por momentos y, en el 59, un error en la salida de Dorca permitió que Susaeta, de tiro cruzado, pusiera el segundo gol en el marcador. Otro regalo que se paga muy caro y que es evitable. Un fallo individual que castiga duramente al equipo ilicitano.

Sólo entonces, con el marcador decantado del lado ovetense, Alberto Toril reaccionó. Quitó de un plumazo a sus dos hombres de banda derecha, Luis Pérez y Liberto, y apostó con una defensa de tres potenciando la entrada por las bandas. A todo ello también ayudó la entrada en el campo de Fabián y la marcha a los vestuarios de un exigido físicamente Saúl Berjón.

El Elche volvió a meterse en el partido y Guillermo tuvo la oportunidad de acortar distancias, pero su disparo se estrelló en el larguero. El vizcaíno rompió bien el fuera de juego, pero dudó demasiado y, al final, no fue capaz de batir al ovetense Juan Carlos. La oportunidad fue muy clara, pero el equipo no se desanimó.

Seguidamente, en el minuto 75, Nino remataba de cabeza un centro de Álex Fernández y ponía el 2-1 al marcador. El cielo se abrió por momentos y lo que parecía imposible comenzó a estar al alcance de la mano. Quedaba un mundo por delante para al menos igualar el duelo. El Elche se volcó sobre el área ovetense, tuvo numerosas ocasiones de hacerlo, sobre todo una con el tiempo ya cumplido en la que Álex Fernández no acertó en mandar el balón al fondo de la red con un rival muerto y un público asustado. Pero, el Elche se quedó a mitad de camino.