Un chaval, un balón y un suelo liso. No hay porterías, no hay más jugadores. Tampoco son necesarios. El chico no quiere jugar al fútbol, sino hacer «freestyle» (literalmente «estilo libre»). La pelota vuela y el deportista sigue una única regla del fútbol: no la toca con los brazos ni las manos. En cambio, todo lo que haga a continuación no va encaminado a que su equipo anote goles, ni alberga ningún ánimo competitivo, de modo que todas las demás normas que estructuran el fútbol carecen de sentido y no son aplicables.

Ése es el espíritu del «freestyle». Ignora la mayoría de reglas de las actividades físicas y las convierte en una verdadera exhibición de habilidad. Un «freestyler», un practicante de esta variedad del deporte, busca única y exclusivamente perfeccionar sus habilidades para lograr ejecutar movimientos de alta dificultad, en muchos casos fuera del alcance de la inmensa mayoría de jugadores profesionales de ese deporte.

El gran atractivo de este tipo de actividad residen en su mínima, cuando no inexistente, necesidad de material e instalación. A menudo un suelo liso y un balón, un skate o una bicicleta es todo lo que se requiere. El buen clima de la provincia es un aliciente extra para los practicantes locales.

Deportes urbanos

Los deportes urbanos más tradicionales, como skateboarding o BMX, consideran el «freestyle» como una de las disciplinas básicas. En el caso del skate, sus tres variantes más conocidas son «vert» (viene de vertical, y es el patinaje que se lleva a cabo en las rampas de un skatepark), «street» (literalmente significa calle, y se refiere a los trucos que se llevan a cabo en espacios urbanos, apoyándose en elementos como escaleras, barandillas, rampas o vallas) y «freestyle». En este último los patinadores ejecutan secuencias y movimientos, generalmente de alta complejidad, y no requieren de ningún tipo de instalación, ni skatepark ni urbana, en la que apoyarse para llevar a cabo sus actuaciones.

También la bicicleta BMX tiene una amplia cultura de «freestyle». En lugar de hacer carreras, los riders que se dedican a esta variedad se desplazan sobre la bicicleta sin que sus pies lleguen a tocar nunca el suelo. No obstante, no se mueven de la forma habitual, con los pies sobre los pedales, sino que realizan complicadas maniobras para acabar pisando las ruedas, el cuadro, el sillín, unas barras metálicas transversales que se colocan en los ejes de las ruedas y casi cualquier otra parte de la bicicleta. Su espectacularidad es impresionante.

Deporte tradicional

Otros deportistas optan por modificar actividades más habituales, como el fútbol o el baloncesto. Un futbolista «freestyler» a menudo usa sus piernas y su cabeza para evitar que el balón toque el suelo, dibujando virguerías considerablemente complicadas en el proceso. Las demostraciones de habilidad suelen incluir muestras de la capacidad del deportista para detener el balón, en lugar de ir haciendo toques, usando para ello diferentes partes del cuerpo como pueden ser el pie, la cabeza o la nuca.

Un «freestyler» que se dedique al baloncesto, en cambio, no pretende evitar que el balón bote en el suelo. En cambio, sus actuaciones suelen incluir vistosos regates o «dribblings». La capacidad de tener un magnífico control de la pelota se conoce en inglés como «handles», y en castellano se denomina manejo de balón. Un buen «freestyler» ejecuta muchas veces sus trucos sin siquiera mirar la pelota, a menudo por debajo de sus piernas o por detrás de la espalda.

Profesionalización

Algunos de los más brillantes «freestylers», sobre todo del skate, han acabado por llevar a un nivel profesional esta variedad. Nombres como Rodney Mullen, Kilian Martin o Darryl Grogan llevaron, principalmente desde finales del siglo pasado, el «freestyle» hasta algo inicialmente alejado de su espíritu: la escena competitiva.

Actualmente existen campeonatos nacionales e internacionales de la gran mayoría de deportes «freestyle». Aunque el más conocido es el skateboarding, también el resto de disciplinas mencionadas, como BMX, fútbol o baloncesto, tienen este tipo de torneos. En ellos, los participantes muestran sus habilidades ante un jurado y exhiben coreografías, habitualmente al ritmo de la música, para derrotar a los sucesivos oponentes.