Marc López y Rafa Nadal sellaron en Río 2016 el triunfo de la amistad, el éxito que alivió las sombras a las que el balear ha estado sometido en los últimos tiempos y el triunfo que ha ampliado la repercusión de la carrera del catalán, relegado al segundo plano que habitualmente condena a la modalidad de dobles.

Pero es una medalla olímpica en toda regla. Además de oro. Ni más ni menos. Marc López, 31 años, y Rafa Nadal, 30, han sabido trasladar a la pista el afecto que ha crecido entre ellos desde la juventud. Una relación estrecha a base de raquetazos que distanció el ránking. Que el deporte reubicó. Tras ganar el oro, López recordaba:«conocí a Rafa cuando tenía catorce años y me dijeron que era muy bueno. Ya despuntaba y jugué un set con él y le gané 6-0» bromeó el tenista español entre risas. A lo que Rafa, contestó, con buen humor, «siempre me recuerdas lo mismo».

Ambos, además, dedicaron su triunfo a Roberto Bautista, que se quedó a las puertas de semifinales: «Queremos dedicar el oro a Bautista y a su padre, que lleva unas semanas muy complicadas y para Roberto ha sido un esfuerzo muy grande estar aquí, Tiene mucho mérito llegar a cuartos».

El tiempo terminó por enviar a Rafa Nadal al olimpo del tenis. A situarlo entre los mejores de la historia. A ser un referente en el deporte mundial. Marc terminó por encontrar su hábitat en la modalidad de parejas, donde ha llegado a ser reconocido por sus adversarios y por la clasificación entre los mejores del mundo.

Mientras los ecos del balear se disparaban, el barcelonés buscaba su espacio. Ansiaba López hacerse un hueco y convertir este deporte que ama en su profesión. No fueron las cosas como pensó en un principio para este jugador que se aferró a una raqueta porque su hermano, ocho años mayor, era hábil en la materia.

No llegó a consolidarse nunca entre los cien primeros del mundo. Su sitio estaba en otro lugar. En los dobles. En 2009 empezó a competir con Rafa y este año, junto a Feliciano López consiguió ganar Roland Garros.