Cercado por una valla de metal y vigilado por militares con fusiles, el laboratorio responsable de los análisis antidopaje en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro montó un fuerte esquema de seguridad para que sea «imposible» un intento de ocultar positivos de atletas en el evento deportivo. El laboratorio, suspendido temporalmente por la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) semanas atrás, estará bajo la lupa luego del escándalo revelado por un informe independiente que dijo que Rusia sustituyó muestras en los Juegos de Invierno de Sochi 2014 con la ayuda de los servicios de inteligencia.

«El mayor desafío del laboratorio hoy no es tecnológico ni técnico», dijo su director Francisco Radler en entrevista con Reuters. «Tiene que demostrar que aquí será imposible que suceda algo como lo que ocurrió en Rusia», afirmó. En la entrevista realizada afuera del nuevo laboratorio, un edificio de cinco pisos en el campus de la Universidad Federal de Río de Janeiro, Radler dijo que en torno a unas 50 personas, incluyendo policía militar y guardias privados, custodiarán a los casi 200 científicos locales e internacionales y técnicos que realizarán los exámenes olímpicos durante todo el mes de agosto.

«La preocupación con la seguridad, con el acceso a muestras, con la gente que entra y sale de este complejo es infinitamente enorme», dijo Radler. Tan estricta es la seguridad que el director habló con Reuters del lado de afuera de una valla de metal que marca un perímetro de más de 100 metros desde el mismo edificio. Unas 200 cámaras vigilaban el laboratorio y el viernes temprano, guardias inspeccionaron hasta los maleteros de los automóviles de empleados que pasaban por los controles de seguridad.

La instalación, conocida oficialmente como el Laboratorio Brasileño para el Control de Dopaje, buscará más de 500 sustancias prohibidas en las muestras de unos 6.000 atletas durante los Juegos. El total de exámenes en Londres 2012 fue de 5.000.

Además de un mayor número de muestras, Radler dijo que el laboratorio debe lidiar con los intentos de atletas y entrenadores que buscan eludir la detección de sustancias que mejoran el rendimiento en las respectivas competiciones olímpicas. Más allá de los esteroides y otras sustancias conocidas en el deporte, los nuevos desafíos incluyen el uso de proteínas que hacen que el cuerpo genere hormonas de crecimiento. Los científicos también están estudiando el llamado dopaje de genes, en el que un atleta puede, en teoría, usar un virus u otro agente para generar un cambio genético que mejoraría el desempeño deportivo.