La fiebre del «paintball», batallas con armas que disparan bolas de pintura, llegó hace ya algunos años, y desde entonces se ha convertido en un pasatiempo habitual, no sólo para adolescentes, sino para personas de todas las edades, desde niños hasta adultos. La descarga de adrenalina que supone encontrarse en el centro de una de estas refriegas, con balas volando por todas partes, hacen que la mayoría de jugadores acabe repitiendo. Se trata de una actividad física extenuante, que obliga a los practicantes a adoptar posturas inusuales para protegerse detrás de los improvisados parapetos que las empresas especialistas ponen a disposición de los usuarios.

Ahora, sin embargo, llega el «laser tag». Esta versión del juego de la guerra no usa bolas de pintura, que hay que limpiar y que llenan el terreno donde se practica de balines abiertos, sino armas cuyo proyectil es el láser. Los jugadores llevan una gorra con un dispositivo que registra cuándo un enemigo ha hecho un tiro certero. Si bien este sistema tiene sus inconvenientes (el mayor es, por supuesto, que acertar a los jugadores del otro equipo en una parte que no sea la cabeza no contará como impacto), cuenta con un gran número de ventajas. Entre ellos está la imposibilidad de hacer trampas y seguir jugando tras perder todas tus vidas (el arma sencillamente deja de disparar), el poder ver quién te ha hecho cada impacto o que no haga falta limpiar tras las partidas.

Hay distintos tipos de juegos. El más habitual es el combate simple por equipos: cuando sólo quede viva gente de un bando, ése es el vencedor. En cambio, hay opciones más complicadas: atrapar la bandera, que requiere hacerse con el control de una enseña situada en el centro de la arena y mantenerla bajo el control de tu equipo durante un periodo determinado de tiempo; modo Counter-Strike, donde un equipo hace de «terroristas» y tiene que colocar una bomba, mientras que la misión de los «antiterroristas» es evitar que se plante el explosivo o, en su defecto, desactivarlo antes de que estalle...

Centros

En la provincia son varios los centros que ofrecen este entretenimiento, que beneficia la puntería, la resistencia y la planificación estratégica. El parque multiaventuras de Elche tiene entre su oferta un «laser camp» donde se pueden realizar este tipo de juegos. Benidorm también cuenta con un centro, Laser Combat World, que está especializado en estas actividades, aunque en este caso no se realizan al aire libre sino en el interior de un edificio. En Alicante se encuentra el Club Armagedon, que tiene tanto servicio de «paintball» como de «laser tag» en uno de los entornos más detallados de la provincia, con una escenificación que incluye coches, trincheras, morteros, camiones, torretas e incluso un avión y un barco tras los que se pueden esconder los jugadores mientras esperan el momento perfecto para abrir fuego.

En el centro alicantino disponen de réplicas del fusil de asalto Heckler & Koch G36 en sus versiones C y E, además de una escopeta que no imita ningún modelo real. La culata de los G36 es plegable, de modo que se puede ajustar según la altura o el agarre del usuario. Las armas llevan incorporada una mirilla que traza una línea roja para mostrar dónde está apuntando. La línea sólo se ve a través de la propia mirilla, de modo que no revelas tu posición ni hay una docena de rayos rojos cruzando el campo de batalla.

Los empleados de Club Armagedon aseguran que el negocio ha ido creciendo, y de las «dos o tres partidas en un fin de semana» del principio han pasado a tener «una o dos los viernes y las mañanas del fin de semana», y hasta «cinco las tardes de sábado y domingo». Aunque puntualizan que en verano la afluencia suele ser menor, sobre todo en julio, han detectado que gran parte de la gente que acude a sus partidas repite, por lo que se están planteando empezar a organizar en un plazo sin determinar una competición entre sus usuarios.

El grupo mínimo para particiar en una partida de «laser tag» es de 10 personas, pero con una mayor cantidad de gente el juego se convierte en una verdadera batalla campal, donde se lucha por cada posición y la estrategia juega un papel tan importante como la precisión. Por otro lado, prácticamente no existen límites de edad para participar.