De la mano de un excelso Antoine Griezmann, máximo goleador de la Eurocopa con 6 tantos, Francia intentará sumar mañana en París su tercer título continental, tras el triunfo que afinó Michael Platini en 1984 y la victoria de 2000 bajo el hechizo de Zinedine Zidane.

«Todavía estoy muy lejos de Platini, espero acercarme algún día», declaró un humilde Griezmann tras firmar en Marsella un doblete ante Alemania que le daba a los Bleus el pase a la ansiada final que disputarán mañana contra Portugal.

La pregunta era pertinente, aunque solo fuera porque Platini y Griezmann son los dos únicos jugadores de la historia que han logrado sumar seis o más goles en una misma Eurocopa.

Y también fue apropiada la respuesta pues, más allá de las diferencias técnicas entre ambos, el triple Balón de Oro aventaja de largo al delantero del Atlético de Madrid como goleador continental: sumó nueve dianas en aquel torneo de 1984, en el que había que disputar cinco partidos para proclamarse campeón, y no siete como ahora.

La victoria en aquella Eurocopa celebrada también en Francia supuso un punto de inflexión en la historia del fútbol galo.

Bajo los mandos del técnico Michel Hidalgo, Platini se echó a la espalda un equipo en el que jugaban Manuel Amoros, Luis Fernández o Alain Griesse, y le otorgó a Francia su primer trofeo mayor.

Hasta entonces, el mejor registro de los Bleus había sido una cuarta posición en la Eurocopa de 1960, una tercera plaza en el Mundial de 1958 y una cuarta en el Mundial de 1982. Un palmarés digno pero huérfano de gloria, hasta que apareció Platini.

Los brasileños de Europa, según les llamaban en las crónicas de la época, se convirtieron en el equipo que enseñó a Francia a adueñarse de los cielos. Y una década después recogió el testigo la selección de Zidane, que maravilló al mundo durante el cambio de siglo.

Aquella segunda selección de ensueño sigue siendo el gran referente del fútbol francés, y no solo por la cercanía en el tiempo.

Primero porque, además, del mencionado título europeo de 2000, Fabian Barthez, Bixente Lizarazu, Lilian Thuram, Patrick Vieira, Thierry Henry y compañía se proclamaron también campeones del mundo en 1998 y subcampeones en 2006.

Segundo, porque aquel equipo multiétnico al que llamaban Black, Blanc, Beurre (literalmente Negro, Blanco, Mantequilla, en referencia a los orígenes negros, blancos y norteafricanos de sus jugadores) se convirtió en símbolo de una Francia unida, por encima del color de la piel de sus héroes.

Y tercero porque algunos de sus figuras son hoy laureados entrenadores, como demuestra el éxito del propio Deschamps con la selección francesa; las tres temporadas de Laurent Blanc con el París Saint-Germain (PSG); o el título de Liga de Campeones que Zinedine Zidane le ha dado al Real Madrid desde el banquillo.

Griezmann (Maçon, 1991), que no había nacido cuando Platini logró el título europeo para los suyos, ya mira por el retrovisor a Zidane, al menos en la rúbrica de goles europeos: Zizou se quedó en cinco goles, dos logrados en la Eurocopa de 2000 y otros tres en la de 2004.

Las diferencias entre ambos son notables y en equipararse con Zidane en Francia son palabras mayores. Pero sus 25 años y dada su progresión en el equipo nacional, hay margen para que los franceses se ilusionen con un nuevo ídolo que aupe a una generación de futbolistas que tiene licencia para soñar despierta.