Islandia escribió en Niza la más bella gesta de la Eurocopa, un milagro basado en la fe y el coraje, pero también en el buen juego, con el que fue capaz de derrotar a toda una selección inglesa, que acabó desquiciada, y de prolongar su epopeya hasta los cuartos de final, donde se encontrará con Francia.

Lo que parecía una anécdota, la clasificación islandesa para una fase final por primera vez en su historia, ha ido creciendo hasta convertirse en una de las mayores sorpresas del fútbol mundial. Una lección sobre cómo la ausencia de complejos puede acabar con las supuestas diferencias de calidad. Islandia demostró a Inglaterra que no le alcanza ni con la tradición ni con la chequera y el equipo de Roy Hodgson, que presentó su dimisión al acabar el partido y no seguirá en el cargo, se va de la competición por la puerta de atrás, en medio de una gran crisis y con un futuro incierto.

Inglaterra se vio con ventaja nada más comenzar, por una mala salida del meta Halldorsson a un balón cruzado hacia Sterling. Derribó al delantero del City y Rooney no falló el penalti. Cuatro minutos y el partido parecía sentenciado. Pero esta selección islandesa nunca se rinde. Defiende con coraje, disputa con fiereza cada balón y, en ataque, le vale cualquier llegada al área.

Aprovecha algo tan simple como los poderosos saques de banda de Gunnarsson hacia el área. Uno de estos, prolongado de cabeza por Arnason dejó solo y en carrera a Sigurdsson para meter desde el área pequeña el gol de su vida. Estupefacto, el equipo de Hodgson se lanzó con todo sobre la meta islandesa y acumuló disparos desde fuera del área, pero siempre imprecisos.

Y se olvidó de defender. Permitió una excelente combinación del ataque islandés al borde de su área, que culminó Sigthorsson con un disparo ajustado al poste que se le escapó a Hart. Veinte minutos y un milagro. Un escenario imprevisto por los «pross», cada vez más nerviosos, cada vez más acelerados ante un conjunto reforzado por el calor de su grada.

El millonario equipo inglés llegó al tramo final con el agua al cuello. Sin capacidad de reacción y hasta acosado por una selección islandesa que ya confía en dejar al torneo sin su anfitrión.