Dos años después de la novena corona de Rafa Nadal en Roland Garros, el himno español ha vuelto a sonar en el Bosque de Bolonia parisino. Y ha sonado por partida doble y a lo grande porque los títulos de Garbiñe Muguruza y el dobles de Feliciano y Marc López se han conquistado frente a los dos mejores de la historia en sus respectivas categorías: Serena Williams en individual femenino y los Bryan por parejas. De modo que el tenis español, la disciplina que más alegrías nos ha dado en este país en los últimos veinte años, tiene vigencia y pujanza más allá de los problemas físicos de Nadal, el mejor deportista español de todos los tiempos.

Muguruza representa el tenis moderno. Jugadora de tranco largo y mucha palanca, es valiente, agresiva y sirve muy bien, condiciones imprescindibles para discutirle un Grand Slam a una leyenda viva como es Serena. Ya el año pasado en la final de Wimbledon tuvo sus opciones en los dos sets, pero le faltó autoconfianza y fe en la victoria. Todo eso le sobró en la arcilla de París, donde Garbiñe demostró una gran fortaleza mental con sólo 22 años. Supo resistir las embestidas de la número uno, jugó siempre con peso y muy profundo y respondió a la perfección con su servicio cada vez que Williams le presionó. En el momento clave en el que la gran mayoría duda, la hispano-venezolana se afianzó y voló hacia la victoria 18 años después del último título de una española -Arancha Sánchez Vicario- e París. Este lunes será número 2 del mundo y su ambición le pide más. El presente y el futuro son suyos.

En cuanto al dobles, Roland Garros premia a un gran especialista como Marc López, que ya había ganado el Torneo de Maestros con Marcel Granollers, y a todo un clásico, un pionero como Feliciano López. Marc llevó el peso del partido. Astuto, sereno y preciso, con muchos matices en su juego, desquició a los Bryan con sus tiros desde el fondo de la pista que les impidieron acercarse a la red, donde suelen ser letales. Mientras, Feliciano, que acarició la medalla olímpica en Londres con David Ferrer el pasado verano, sacó petróleo con su volea y su gran servicio. El título en París es un reconocimiento para el toledano, un tenista veterano y singular, el más elegante de su generación y un jugador de la vieja escuela y el saque-volea. El tenis le debía una y se la acaba de recompensar.

Finalmente, la edición de 2016 del segundo Grand Slam del año también ha tenido doble acento alicantino, ya que en el torneo júnior el hispano-alemán Nicola Khun, afincado en Torrevieja desde muy niño y que se entrena en la Academia de Juan Carlos Ferrero en Villena, ha asombrado a todos con su acceso a semifinales y su gran madurez con sólo 16 años, dos menos que la mayoría de rivales en el cuadro de promesas. Para seguir con la tradición, el propio Ferrero, ahora maestro de Khun, ha vuelto a ganar el torneo de leyendas en dobles formando pareja con Carlos Moyá, dos “viejos rockeros” y excampeones de Roland Garros y exnúmeros uno del mundo, que ven cómo su legado está en muy buenas manos: las de Garbiñe, Marc, Feliciano, Nicola y tantos tenistas españoles que se sienten en París como en su casa.