La llegada del alemán Jürgen Klopp al Liverpool, allá por octubre del pasado año, fue un soplo de aire fresco para unos aficionados reds carentes de títulos y alegrías desde la temporada 2011/2012.

El norirlandés Brendan Rodgers, al que la directiva echó el ojo tras sus buenos resultados con el Swansea, y con quien los reds llegaron a acariciar el título de la Premier League, fue destituido a los dos meses de comenzar su tercer ejercicio en Anfield.

Eliminaciones tempranas en las competiciones europeas, escasa calidad en las contrataciones y pobres decisiones en el mercado, y una inestabilidad en la Liga forzaron el cese de Rodgers.

El 8 de octubre de 2015 comenzó la historia de amor de Jürgen Klopp, quien escasos meses antes había dejado el Borussia Dortmund, con el Liverpool y sus aficionados.

El germano, uno de los preparadores con mejor reputación del viejo continente, llegó al Liverpool en un momento delicado y complejo, sabiendo de la importancia de conseguir resultados casi inmediatos con una plantilla que tenía poco o nada de suya.

Firmó un contrato de tres temporadas y empezó a trabajar. Ahora, siete meses después, llega a su segunda final de la temporada: mañana frente al Sevilla se jugará en el St. Jakob Park de Basilea la Liga Europa.

Previamente, cayó en los penaltis contra el Manchester City en la final de la Copa de la Liga (Capital One Cup).

Sin embargo, la importancia de Klopp en este Liverpool va más allá. Ha generado confianza en todos los estamentos del club, en los aficionados y en la ciudad.

Se cree capaz de ganar a cualquiera. Y así lo ha venido demostrando en la Liga Europa. En su tortuoso camino a la final ha ido dejando rivales de cada vez más entidad: Augsburgo en treintaidosavos de final, Manchester United en octavos, Borussia Dortmund en cuartos y Villarreal en semifinales.

Klopp ha convencido a sus hombres y a los más de 45.000 espectadores que abarrotan el estadio de Anfield cada partido de que pueden con cualquiera.

En el partido de vuelta de cuartos de final de la Europa League llegaron a ir perdiendo por 0-2 y 1-3 en casa con el Dortmund, pero no se rindieron. Y, apoyados en el mágico ambiente de Anfield, lograron anotar tres goles en una segunda mitad de ensueño para llegar a semifinales.

«Sinceramente, dudo que la relación con los jugadores, el club y los aficionados hubiera ido mejor. Ha sido mucho mejor de lo que podría haber imaginado nunca», aseguró Klopp recientemente en una entrevista.

Aunque no es un equipo todavía hecho, este Liverpool comienza a tener todas las señas de identidad de un equipo de Klopp. Similar a su Dortmund de hace unos años, el conjunto de orillas del río Mersey hace de la velocidad su principal arma.

Jugando con los velocísimos Firmino, Philippe Coutinho y Divock Origi -podría llegar a tiempo a la final- arriba y con centrocampistas con pulmón como James Milner, Jordan Henderson, Emre Can o, incluso, Joe Allen, el técnico teutón ha logrado imprimir su estilo en poco meses.

Ya avisó Klopp el pasado viernes cuando le preguntaron por la final ante el Sevilla. «Si hacemos nuestro mejor fútbol será un partido abierto. En los partidos abiertos puedes ganar. Sin embargo, si no jugamos como sabemos será mucho más complicado», dijo.

«Tenemos que hacer las cosas acertadas en el momento adecuado. Pero estamos preparados, y eso hace que sea espacial», explicó Klopp.

En pocos meses, el técnico germano ha cambiado el estilo de juego de los reds y lo ha dotado de un carácter y una personalidad que no tenía desde los mejores años de Rafael Benítez.

En siete meses, Klopp ha engatusado a la grada de Anfield, que se ha erigido como el jugador número 12 y que disfruta ahora de unos partidos de ida y vuelta.