José María Olazábal asistió el pasado fin de semana en La Sella Golf a la final Lacoste Promesas, una iniciativa orientada a los más jóvenes a la que se ha mantenido fiel durante sus doce ediciones. El doble campeón del Masters de Augusta, que ostenta 35 títulos internacionales en su palmarés, siete participaciones en la Ryder Cup y que fue artífice como capitán del llamado «milagro de Medinah» en 2012, disfrutó de «momentos muy agradables en un ambiente muy familiar» y se volcó con los 24 finalistas de Lacoste, 12 chicos y 12 chicas Sub-16.

Fue noveno en el último torneo completo que disputó, el Trofeo Hassan II de Marruecos (29-3-15), y firmó su última tarjeta -71 golpes- en la segunda ronda del Masters (10-4-15). «En Marruecos hice un buen puesto, pero el primer día en Augusta se me salió la cadena. Después del Masters noté cierta rigidez, entrené un poco el lunes siguiente y fui al Open de España con interrogantes. No pude jugar. Volví a casa, empecé a ver médicos, hacerme analítica? y aquí estoy, sin poder hacer nada. Lo mismo que me pasó en junio del 2007 durante el US Open. Ahora toca ser optimista y esperar, es un proceso lento, de unos cinco o seis meses. Sota, caballo y rey, no hay más».

Respecto al momento que vive el golf español, Olazábal asegura que va por ciclos. «Ganar tres o cuatro torneos todos los años no es fácil, la competencia es cada vez mayor y el nivel más alto; las diferencias entre jugadores ahora son mínimas. Siempre he dicho que tenemos Sergio García para unos cuantos años, lo demostró con el triunfo en Vietnam. Espero que Gonzalo Fernández-Castaño y Álvaro Quirós remonten. A los demás les veo potencial para ganar, por ejemplo, veo a Alejandro Cañizares y pienso que con ese juego tendría que ganar más. No estamos tan alejados de estar bien. Y el "Pisha"? es un caso aparte, único e irrepetible».

Además de jugador de golf también es diseñador de campos. En estos momentos está trabajando en un campo en Qatar « y parece que se vuelve a poner en marcha un proyecto que iniciamos en España hace años». También es suyo el diseño del campo de La Sella, «estoy muy contento con el resultado de los últimos nueve hoyos. Son para disfrutar, amplios, no presentan mucha dificultad, los jugadores se lo pasan cañón y acaban encantados. Los primeros hoyos son más difíciles, los árboles han crecido y son más estrechos».

Por otra parte, asegura que no le molestan los detractores y sambenitos que tiene el golf, «cada uno debe hacer su camino y el tiempo pondrá a cada cual en su sitio. Se trata de hacerlo más atractivo para los niños; el futuro del golf pasa por trabajar la base, tenemos que conseguir que los niños se sientan atraídos por este deporte. Es fundamental».