Es el héroe de Gran Bretaña sin duda. Su gran baluarte deportivo. El hombre que fue capaz de ganar la medalla de oro individual en los JJ.OO. de Londres, el que acabó con 77 años de sequía en Wimbledon, y el que logró con un fantástico globo ante David Goffin sellar el triunfo sobre Bélgica y ganar para su país la Copa Davis, después de 79 años de agonía.

Andrew Barron, Andy Murray ha firmado todos esos retos deportivos. Gran Bretaña no ganaba una medalla de oro en tenis en los Juegos desde hacía 104 años, cuando un cinco de agosto de 2012 el deportista más conocido de Dunblane ganó la individual, sucediendo a Josiah Ritchie en 1908, y luego la de plata en el mixto en la capital británica.

Wimbledon, el Grand Slam por antonomasia, el más histórico de los cuatro, llevaba 77 años sin el nombre de un campeón de ese país, y entonces, un siete de julio de 2013 llegó Andy y venció en tres sets a Novak Djokovic en la final, sucediendo a Fred Perry después de un largo desierto.

Dos años más duraba la racha sin conseguir el título de la Copa Davis, y Murray desempolvó la foto en blanco y negro de los campeones de 1936 que posaban con sombreros de ala ancha (Bunny Austin, Patrick Hughes, Fred Perry y Raymond Tuckey) para ganar los tres partidos en el Flanders Expo de Gante y subir a los altares.

La semana antes, en el Masters del O2, Roger Federer, Rafael Nadal y Novak Djokovic no dudaron en coincidir en la respuesta sobre el favorito de la final de la Davis este año, a pesar de que se jugaba en terreno belga. «Con Andy Murray en el equipo, Gran Bretaña tiene todas las de ganar», asumieron.

En el pabellón ocho del complejo de Gante, ante la reina Mathilde de Bélgica, el nuevo presidente de la Federación Internacional, David Haggerty, la excampeona de la Copa Federación y exnúmero uno Kim Clijsters, que no se perdió ni una sola de las tres jornadas, y los abuelos maternos de Murray, el chico de Dunblane escribió una página de oro más en su palmarés, donde existen ya 35 títulos, dos de ellos del Grand Slam: Abierto de EE.UU. 2012 y Wimbledon 2013, todo con 28 años.

Atrás quedan momentos para recordar, como la conocida llamada de Andy a su madre Judy, quejándose de que mientras Rafael Nadal se entrenaba en Mallorca con todo un exnúmero uno como Carlos Moyá, él tenía que defenderse como podía con sus compañeros británicos. «Así, ¿cómo puedo crecer tenísticamente?», se quejaba.

También atrás queda el tiempo en el que Murray, con quince años, decidió trasladarse a la academia Sánchez-Casal en Barcelona, tras desechar una oportunidad de entrenar con el equipo de fútbol de los Rangers.

En la Ciudad Condal, en pistas de tierra, fue sin duda donde reforzó sus condiciones y asumió que nada se consigue sin sacrificio. Allí conoció a un hombre que luego se convertiría en su amigo y entrenador, el venezolano Daniel Vallverdú, además de David Navarro y Carlos Míer.

Siempre decía que vencer a su hermano mayor Jamie había sido algo que significó su despegue mental, una barrera psicológica que le atenazaba. Triunfar en la pista central de Wimbledon, aunque fueran los Juegos, fue su espaldarazo.

Ganar el abierto de EE UU júnior y ser finalista de Roland Garros en esa categoría, en la que alcanzó el número 10 mundial, fueron sus primeros aldabonazos, pero le faltaba firmar algo importante en el circuito. Por eso, cuando ganó su primer torneo en el circuito con 19 años, en San José (EE.UU.) la prensa internacional se fijó más en él.

En los JJ.OO. de Londres, Murray se quitó una gran espina cuando derrotó a Federer en la final en el All England Club. Allí demostró que no era un perdedor después de haber cedido una vez en la final del Abierto de Estados Unidos (2008), dos en la del Abierto de Australia (2010 y 2011) y otra más en Wimbledon (2012).