Alicante vio escrito al final de la noche un guión perfecto. La fiesta del fútbol con cartel en el Rico Pérez se selló con un gol antológico del noveldense Mario Gaspar, una obra de arte que rebosó plasticidad, técnica y belleza para abrir el camino del triunfo ante Inglaterra, una selección de buen nombre y difuso sello.

El gesto del alicantino para dibujar un trazo perfecto en la consecución del gol acabó erigiéndose en lo mejor de la noche. La diana llegó con un balón colgado de Cesc a la corona del área; allí Mario esculpió una obra perfecta acomodando el cuerpo, como hasta ahora solo sabían hacer los brasileños o algún otro genio perdido, para alojar el balón en la escuadra de Hart.

España siempre estuvo varios pasos por delante de Inglaterra. Acoplados atrás para fortalecer el escudo, los ingleses distan mucho de ser un equipo aspirante a algo. El nivel de su competición doméstica se eleva, sin duda, por el mestizaje con futbolistas foráneos, entre ellos los 'Spanish Premier'. De otra forma no se entiende.

Ante la ausencia de Rooney, únicamente Smalling aportó voltaje en un bloque sin chispa y sin ambición, con poco criterio, mediocre.

Frente a ello, España balanceó hacia la izquierda enfocando a Iniesta en la primera parte. La búsqueda del toque preciso, del juego de billar sobre el tapiz del Rico Pérez animó a cuentagotas un fútbol que ser perdió al pisar la alfombra del área, donde nadie se atrevió a meter el taco.

Thiago ofreció pinceladas que descubren tras la cortina al nuevo Xavi de la Roja, un jugador que levanta la cabeza mientras adorna con rosca ese pase preciso que cae del cielo al pie. Desgraciadamente, el concierto del hijo de Mazinho duró 25 minutos por culpa de una molestia en la rodilla que aconsejó su salida. Fue sustituido por Cazorla.

Por delante, Del Bosque apostó por la dupla Alcácer-Costa, un experimento que aporta trabajo, pero que no acaba de llenar. No se ve sintonía entre el cauce de seda construido por Iniesta y Cesc con la accidentada desembocadura que intentan abrir los dos arietes. Tiempo tiene el seleccionador para ir probando más piezas -Morata, por ejemplo- en la búsqueda de nuevas vías.

La primera parte se esfumó con un par de ocasiones que rozaron los palos. Cuando más se animó la fiesta fue en la reanudación. Del Bosque dio entrada a Nolito y con el jugador del Celta sobre el césped alicantino aparecieron los dibujos animados.Quien más lo sufrió fue Walker, el lateral inglés que comenzó a ver el Rico Pérez al revés cuando tuvo que encarar al sanluqueño.

El partido ofreció otro aire, siempre del lado de España. Inglaterra fue de principio a fin una comparsa sin música, un bloque apagado con complejo de inferioridad. Nunca quiso, nunca pudo, nunca se atrevió a incomodar más allá de alguna arrancada eléctrica de Smalling. Y cuando el balón paseó cerca de Casillas, en contadas ocasiones, no encontró a nadie con una caña digna para la pesca.

España desperezó su ataque con una genialidad de Mario. El lateral, casado con el gol cada vez que viste de rojo, había subido al remate cuando el balón salió hacia atrás. Cesc pescó la pelota y aceptó el guiño del noveldense, que, asomado en el balcón de área, midió tiempo y molde para esculpir el gol que soñó Pelé: un remate de espaldas a la portería, certero y con toda la intención del mundo. Con dificultad clara que anula cualquier duda que esgrima fortuna, aunque sea en pequeñas dosis. Mario remató como quería rematar la bandeja servida por Cesc. Fue un golazo, con mayúsculas. 1-0, m.71.

A este paso, Del Bosque tiene un bonito problema para descartar a un lateral derecho, lugar donde habitan Juanfran y Carvajal. Con esta carta de presentación (dos goles ¡y qué goles! en dos partidos) no va a ser fácil dejar fuera al de Novelda.

Con la euforia desatada por el gol de Mario Gaspar y las diabluras de Nolito, España aplastó más a su enemigo. Por ese camino llegó el segundo tanto, obra de Cazorla, al enganchar un disparo raso que entró por la derecha de Hart sin que el inglés tuviera tiempo a otra cosa que ver el balón por el rabillo del ojo.

Por detrás, España ofreció seguridad a raudales. La seriedad/sobriedad de Piqué -que comenzó con pitos, siguió con división de opiniones y acabó aclamado- encontró parecido en su compañero del Barça Bartra, buen recambio de Ramos.

Sin capacidad para discutir en la parte británica, el encuentro fue plácido para la defensa hispana, abrumadoramente superior a los puntas alineados por Hodgson, que solo concedió un cuarto de hora a Rooney. El delantero del United fue quien más cerca estuvo del gol británico, con un remate mordido que repelió el larguero. Hubo tiempo hasta para Casillas, prácticamente desapercibido, que al final manchó los guantes en una estirada para desviar un tiro con intención de Kane. Así acabó la fiesta, que fue española.