Una grandísima final para el mejor Mundial hasta la fecha. Creo, sinceramente, que habrá un antes y un después de este fabuloso Mundial. Como dicen los taxistas de Edimburgo, al finalizar alguno de los partidos de Escocia del Seis Naciones (en mis tiempos era Cinco Naciones y de ahí que aún me cueste pronunciar Seis): «No entiendo a estos del rugby. Nunca sé quién ha ganado el partido, porque cuando acaba siempre veo a las dos aficiones abrazadas». Pues aplicado a esta final y al Mundial, es más de lo mismo, rugby en estado puro. No me canso de resaltarlo: Qué gran final, con emoción hasta el último minuto. Ambos equipos, después de un esfuerzo titánico, se abrazan; los entrenadores salen al campo... Da igual quién gane. El rugby es el claro vencedor. ¿Por qué lo de grandísimo Mundial? Ya en semifinales, a pesar de la eliminación del anfitrión Inglaterra y de los vecinos franceses, la asistencia a los estadios había superado a la mismísima Olimpiada de Londres. ¡Casi nada! Y la gran revelación, ya consolidada, con acento latino: el rugby argentino. Que gusto oír a los comentaristas británicos, hablar del apertura «Sanches» o «De la fuente». Ojo con Argentina. Lo está haciendo genial. Veremos el próximo Mundial. A pasar de que España no ha participado, las audiencias que ha tenido Movistar TV hacen de que una vez por todas, se plantee profesionalizar el rugby español. Ánimo y a por ello.