El fallecimiento de Joan Garriga sirvió para que el corajudo piloto barcelonés volviese a acaparar portadas en los medios de comunicación. Nos ha dejado uno del grandes y han sido muchos los carroñeros que han querido sacar a la luz los trapos sucios de su desordenada vida. Le han salido amigos por doquier, periodistas que han firmado artículos sobre él opinando como si le conociesen de toda la vida... que vergüenza. Es por eso que yo que solo deseo loar a un piloto al que admiré y no quiera caer en ese error por lo que omitiré cualquier detalle sobre su vida personal que sea ajeno al deporte motociclista y, por supuesto, no emitiré ningún juicio de valor sobre este tema.

Sito Pons y Joan Garriga se disputaron el mundial de 250 cc en 1988. Un campeonato que regaló a la afición carreras épicas. Joan se ganó las simpatías de los aficionados, no solo españoles, sino de todo el mundo, con un pilotaje agresivo y espectacular al que el le añadía grandes dosis de testosterona, hasta el extremo Ricardo Tormo lo llegó a calificar como un piloto que tenía unos cataplines (textual) que no le cabían dentro del mono de cuero. La afición quedó dividida, y los periodistas también, la mitad eran sitistas y la otra mitad garriguistas. Yo me alineé en el bando del segundo porque me gustaba más su pilotaje que el frío y cerebral característico de Sito que en la última carrera de la temporada le ganó en la lucha por el título. Sin embargo la popularidad siempre fue similar porque Joan lo daba todo en la pista. Era peleón y al final la gente se acuerda más de los peleones que de los demás.

Hoy su nombre junto a los de Santiago Herrero y Ramón Torras forman parte de la leyenda de los grandes mitos de este deporte. Y pese a que ninguno de los tres llegó a conseguir ser campeón del mundo la admiración por ellos y por todos lo que representaron en su época es muy superior a la de otros pilotos que si consiguieron el entorchado de campeón.