La Vuelta Ciclista a España ha conseguido lo más difícil: Reinventarse y convertirse en una cita de primer orden. Languideció durante muchos años, pasando a convertirse en una ronda muy de andar por casa. El Tour de Francia se lo comía todo. El Giro aprendió antes. Con tal de glorificar a los suyos, la ronda italiana había sido capaz de diseñar trazados indecentes para coronar como campeón a Guiseppe Saronni, que se quedaba descolgado en cualquier cerrillo. Se olvidaron de eso y empezaron a endurecer la prueba, incluyendo pasos de montaña que acabaron por convertirse en gestas, como el inolvidable paso del Gavia en 1988 entre la nieve y el frío. La Vuelta cambió de fechas en un arriesgado camino sin vuelta atrás y ahora llega a su edición de 2015 con más frescura que nunca, justo la que no tiene el ciclismo español a nivel de clubes y que amenaza con que la actual generación encuentre después en vacío al que pocos pueden aspirar. Ni siquiera Mikel Landa y Beñat Itxausti son tan jóvenes como para ser considerados grandes promesas. Alberto Contador no defenderá su jersey rojo, pero a cambio estarán el resto de grandes del pelotón sin excepción.

No hay que engañarse de todos modos: Hay que verlos en acción. Y así tener claro con qué ambición real acuden a la prueba. Porque, en anteriores ocasiones se ha visto a corredores de campanillas que simplemente han venido a rodarse de cara al Mundial, la última gran cita del año, bajando mucho sus prestaciones e incluso retirándose. Pero tener al podio completo del Tour y al segundo y tercero del Giro es un reclamo más que importante.

La Vuelta no puede ser como el Tour porque aquí no hay puertos de 30 kilómetros. Pero sí que se ha aprendido a convertirlo en un espectáculo televisivo, en el que el esfuerzo de los ciclistas se combina con la realidad paisajística del país. Y a cambio de grandes subidas tendidas, el menú se llena de finales en alto cortos y vertiginosos. Quizá incluso demasiados. Por eso hay, a veces, etapas que acaban en decepción porque nadie ataca, pero es que las fuerzas son las que son. Hay nueve finales en alto y todos inéditos: Caminito del Rey (2ª etapa), Vejer de la Frontera (4ª), Cazorla (6ª), Capileira (7ª), Cumbre del Sol (9ª), Cortals d'Encamp (11ª), Fuente del Chivo (14ª), Sotres (15ª) y Ermita del Alba (16ª).

La Comunitat Valenciana vuelve a acoger dos etapas. El pelotón se alejó de estas carreteras porque las arcas públicas, exhaustas, no tenían posibles para convertirse en anfitriones (salidas y llegadas se hacen previo pago). El próximo fin de semana habrá una interesantísima subida en alto en Benitatxell, a la que tantas veces han subido y sufrido los cicloturistas, y un recorrido clásico entre Valencia y Castelló. Tan sólo Rubén Plaza representará al ciclismo alicantino tras la súbita baja de Rafa Valls.