Un día antes del mortal accidente, Bernat Martínez se fotografió en la famosa curva del «sacacorchos» del circuito de Laguna Seca junto a su novia, María. Ambos saboreaban el sueño americano al que se lanzó el año pasado el piloto de Alberic. En sus rostros se refleja la felicidad de la pareja, medio instalada en Estados Unidos ante la evolución de Bernat. Con una dilatada trayectoria, el de Alberic se había dejado lo mejor para su última etapa. Era el broche perfecto: correr en el AMA Superbikes (la competición más popular de motos de Estados Unidos, con audiencias muy por encima del Mundial de MotoGP) y estar entre los primeros. Después de un prometedor estreno en 2014, este año se había consolidado entre los mejores. Iba quinto en la clasificación general y en abril había sido el primer español en subir a un podio en esta competición. Ya era uno de los grandes focos de atención en el «paddock» al otro lado del charco. Un piloto con aires de solemnidad.

Bernat Martínez había nacido para correr sobre una moto. Su padre fue uno de los grandes pioneros de las carreras urbanas. Cómo no, sus dos hijos varones se dedicaron a las motos. Álex, más joven, ganó el año pasado la Copa de España del Campeonato de España del CEV.

Formado en el motocross junto a su hermano, Bernat probó todos los terrenos. Siguió en las competiciones de Scooters y después se fue haciendo un nombre en las carreras urbanas, donde a principios de siglo fue apodado con el nombre de «El Rey». En 2002, compitió en el Campeonato de España con una Yamaha que tantos kilómetros recorrió. En 2005, el «todoterreno» del motociclismo valenciano debutó en el Mundial, en 2006 hizo lo propio en la categoría Supersport y años más tarde, ya subcampeón de Europa, estuvo muy cerca de aposentarse en Moto2. Siempre corrió con el número 76.

Ya veterano, Bernat decidió probar la aventura americana del AMA Superbikes, la categoría de mayor cilindrada (1.000 c.c.) del mundo. Se fue de la mano del expiloto valenciano Jorge Lis, su representante en la competición hasta hace poco.

Se estrenó en Daytona, donde corrió con una Yamaha comprada en Estados Unidos para la ocasión. Todos la vestimenta (chasis, carenado, escapes, etc.) fue transportada en el avión para montar la moto en el propio circuito americano. Un trabajo minucioso que valió la pena. Su actuación fue más que prometedora. «El peralte es bestial, pero yo me subía hasta arriba para salir disparado. Si no vas a 180, no subes», explicaba a Levante-EMV.

En cuestión de dos carreras, Martínez llamó la atención de las marcas. Yamaha se interesó en firmarle un contrato y ofrecerle una moto de fábrica. Quedó prendada del pilotaje valiente del valenciano, un piloto curtido en mil batallas. Un sabio del asfalto.

Afianzado en el «top ten» del campeonato, el de Alberic comenzó esta temporada con mayores garantías. Estaba entre los mejores, dispuesto a pelear por el título. Hasta que la muerte se cruzó ayer en su camino.

Sólo hace dos semanas, el 5 de julio, estuvo en la localidad alicantina de La Algueña para participar en el Campeonato Tradicional Valenciano. Le entusiasmaban las carreras urbanas, donde dibujaba las curvas entre balas de paja como quien traza las lineas de un cuadro clásico. Por supuesto, ganó las dos carreras. Más allá de la competición, Bernat tenía el perfil de un hombre bueno. Un tipo cercano, alegre, cuya muerte desgarró muchos corazones.