Cuando conocí a Xavi como entrenador de los alevines del Barça, muy pronto me sorprendió porque tenía las ideas muy claras para ser tan pequeño. Era un jugador muy listo, por encima de la media, con un maravilloso manejo de balón que le ayudó a escalar como titular en todas las categorías. Su calidad y visión de juego le convirtieron en un emblema y símbolo de la filosofía del gran Barça: que corra el balón y no el jugador. Se nos va una leyenda, el mejor jugador español de la historia, como ha demostrado en su club y en la selección. Pero no sólo es un excepcional jugador, también es una gran persona y un extraordinario compañero para lidiar las peores situaciones. Hasta siempre, Xavi.