Dicen que no hace más quien puede sino quien quiere. También los hay que al más mínimo bache abandonan la carrera, pero este no es el caso del joven jugador de balonmano de la Escuela Municipal de Almoradí Zacarías Boukra Bruñaa. Zaca, como lo llaman sus compañeros de equipo, lleva cuatro años dedicándose al balonmano, pero hay algo que lo hace único con respecto al resto de su equipo, él solo puede jugar con un brazo.

Zacarías nació con una deformidad a la que nunca ha visto como un impedimento para su día a día, y eso lo puede asegurar, mejor que nadie, su propia madre, Maria José Bruñá: «Cuando voy a verlo jugar me emociono mucho, vamos todos a verle. Él ve tan normal su situación, pone mucho empeño en todos los partidos y además nunca ha recibido ningún comentario dañino por parte de nadie, lo cual es una suerte», dice.

Cierto, es una suerte tremenda teniendo en cuenta que la sociedad de hoy en día tiende más al insulto que al halago, a encargarse de buscar la nube que haga el día gris y triste que el sol que caliente y alegre.

Zacarías es de esos niños que prefiere no hablar sobre el tema y mirar hacia otro lado, y eso es de admirar ya que solo tiene 13 años y a más de un adulto le gustaría poder andar por la vida con la entereza y normalidad que él desprende.

Pero su pasión por el balonmano no vino así como así. Se quiso dedicar al fútbol, de hecho jugó varios años, pero fue un amigo suyo del colegio el que lo incitó a probar los entrenamientos y desde ahí, nadie saca al joven extremo derecho de la pista. «Me resultó impactante la facilidad y agilidad con la que jugaba Zacarías», asegura su entrenador, Antonio Lucas García. «Antes de entrenarle ya lo había visto en algún partido y tengo que admitir que me impactó nada más verlo. Es un gran niño, el balonmano se le da bien, es algo innato y que me sigue costando explicar. Él está integrado a la perfección en el equipo, pelea como el que más en cada partido y además marca», dice orgulloso.

La superación como constante

«El deporte le absorbe tanto tiempo que los estudios se los está dejando un poco de lado, ya lo regaño mucho con eso», dice su madre, Maria José, «Él no es de muchas palabras, pero cuando coge el balón se transforma, es feliz, y con eso me conformo», añade.

Ejemplos tan grandes de superación como este invitan a la reflexión. El egoísmo y la falta de empatía en muchas ocasiones hace que personas como «Zaca», se sientan apartados. Pero de ahí nace la verdadera fortaleza, en creer en uno mismo y en luchar por lo que uno verdaderamente sueña.