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La última brazada de Chicoy

El legendario nadador alicantino bautiza con su nombre el complejo de piscinas del Tossal

La última brazada de Chicoy

Siempre quedará la duda acerca de cuantos segundos habría marcado el crono de los 100 libres en aquella prueba de Túnez en 1967 si José Antonio Chicoy hubiera tenido a su disposición para entrenar los medios y las piscinas que ayer bautizó en el Monte Tossal. Lo normal es aventurarse a afirmar que hubieran sido menos de esos 55 segundos que le sirvieron para ganar el oro en los Juegos del Mediterráneo, pero también es cierto que la leyenda que envuelve al mítico nadador alicantino no se recitaría igual. Lo relataba el propio Chicoy, ayer, en un acto emotivo organizado por el Ayuntamiento de Alicante para descubrir la placa que da nuevo nombre a la instalación: «Fuimos una generación sin infraestructuras, pero de luchadores...». Esos luchadores, entre los que se encuentra Chicoy, añadieron el encanto del sacrificio extremo a participaciones que hoy se recuerdan como hazañas, no ya solo por el laurel puntual anotado en una competición, también por el trabajo sordo y diario que representaba nadar por la dársena del puerto «con la cabeza fuera del agua» para evitar que algún barco medio despistado se la arrancara de cuajo.

Por ese mar alicantino, entre los dominios del viejo Real Club de Regatas de Alicante, a las órdenes de Arturo Salvetti, Chicoy perfeccionó el estilo que por instinto natural comenzó a emplear cuando solo era un niño y se lanzaba al mar junto a su hermano Rafa, por la Albufereta, al lado del chiringuito «Frasquito», para recuperar como botín, quinientos metros mar adentro, los balones y las colchonetas que el viento de levante arrancaba a los bañistas de la Almadraba. Esas lecciones del entrañable Salvetti, marcando distancias con cuerdas y corchos entre boyas, barcos y pantalanes que se cubrían a base de brazada con la cabeza fuera del agua, fueron pulidas más tarde, en la Blume, donde un entrenador húngaro apellidado Nedmed sacó a todos excepto a Chicoy fuera de la piscina para que observaran y tomaran buena nota durante el primer entrenamiento del alicantino de cómo no se debía nadar nunca bajo ningún concepto. «Era la primera vez que nadaba en una piscina y chocaba con todo», recordó ayer el homenajeado, «en Alicante no se construían piscinas con el argumento de que aquí teníamos el mar».

El acto contó con la introducción del concejal de Deportes, Mariano Postigo, y fue cerrado por la alcaldesa de Alicante, Sonia Castedo.

La primera edil valoró la «capacidad incansable de trabajo y la atípica humildad» de Chicoy, un personaje tan «único e irrepetible» cuya timidez le paralizaba a la hora de saludar a Pitiu Rochel o al futbolista Juan Manuel Asensi cuando coincidieron en los Juegos del Mediterráneo o en las Olimpiadas de México. Chicoy no se veía como un grande. Pero lo era. Y lo será para siempre.

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