«Hoy tenemos que ganar». Eso gritaban los cientos de argentinos que se reunieron en el Casco Antiguo de Alicante para animar a la albiceleste con sus banderas, camisetas, pitos y maquillajes.

La hinchada argentina recordaba su último Mundial ganado, en México (1986), y se mostraba confiada en levantar la Copa. Coronaban a Messi como rey del fútbol y le igualaban a su dios, Maradona.

Alicante pareció una barra brava horas antes del comienzo de la final y durante el partido. Con ritmo y sentimiento, los argentinos no dejaron de cantar, incluso cuando Götze adelantó a Alemania cuando solo quedaban 10 minutos para el final de la prórroga. Una pasión que llevaba a algunos a gritar aunque su vista no alcanzara a ver el partido. Solo cuando restaban escasos minutos, los seguidores argentinos dejaron de alentar a su equipo. Cuando el árbitro señaló el final, se produjeron altercados entre los pocos alemanes que se mezclaron con la afición argentina. El buen ambiente que reinó en los instantes previos al partido entre las dos aficiones desapareció. Los alemanes celebraron el título cerca de los argentinos y estos reaccionaron insultando, escupiendo y lanzando vasos, algunos de cristal, que casi impactan en un grupo de niños que lloraban. Unos y otros se encararon pero finalmente no hubo más que palabras malsonantes.