La idea de que en el fútbol siempre juegan once contra once parece haber sido puesta en duda en esta temporada alemana por el Bayern que, además del equipo titular, siempre cuenta con uno de los mejores banquillos del mundo, al que muchos rivales miran como una especie de amenaza permanente.

El entrenador del Bayern, el español Pep Guardiola, en el camino que llevó al Bayern a convertirse por vigésimo segunda vez en su historia en campeón alemán, utilizó 22 jugadores y 16 de ellos participaron en más de diez jornadas de la Bundesliga.

El número 16 puede ser casual pero en todo caso, al comienzo de la temporada, el director deportivo Mathias Sammer había dicho que para lograr sus objetivos el Bayern necesitaba 16 titulares.

El jugador que más partidos ha jugado es, como era de esperarse, el meta Manuel Neuer que ha estado debajo de los postes en 26 de las 27 jornadas.

Lo siguen Rafinha, Toni Kroos, Thomas Müller y Mario Mandzukic que han estado en 25 jornadas. Dante, Philipp Lahm y David Alaba tienen 23 partidos; Arjen Robben y Jerome Boateng, 22; Franck Ribery, 18; Bastian Schweinsteiger, 16; Xerdhan Shaqiri y Thiago Alcántara, 15; Javi Martínez, 12; y Claudio Pizarro, 11, aunque 9 de esas participaciones hayan sido como suplente.

En determinados momentos, las rotaciones han estado relacionadas con lesiones o con la idea de reservar a uno u otro jugador de cara a la Liga de Campeones. Sin embargo, es claro que detrás de todo ha habido también ha habido un principio estratégico.

Guardiola ha logrado mantener cierto equilibrio entre cierto grado de competencia entre la plantilla -cada jugador sabe que ni no lo da todo en el siguiente partido estará en el banquillo- y la necesidad de hacer sentir a todos, o casi todos, que forman parte importante del equipo.

"En este equipo deberían jugar todos, pero sólo puedo alinear a once", ha dicho Guardiola en algún momento de la temporada.

En todo caso, dentro de ese panorama, a lo largo de la temporada a todos los entrenadores rivales les ha resultado difícil, por no decir imposible, prever el equipo con que Guardiola saldría al campo.

Además, durante el transcurso mismo del partido ha habido casos en que con tres cambios, a los que se agregan con frecuencia modificaciones posicionales, el equipo contrario se encuentra súbitamente con un planteamiento rival transformado.

Algún comentarista, tras la victoria a domicilio ante el Borussia Dortmund (0-3) dijo que el Bayern de Guardiola parecía un organismo humano en la que a ratos el hígado pasaba a desempeñar la función de los pulmones y las cosas no sólo seguían funcionando igual sino mejor.

Entra Mario Götze y nadie sabe si aparecerá jugando por una de las dos bandas o por el centro y si es por el centro la pregunta es si estaré en el centro del campo o si aparecerá como falso nueve.

Algo similar pasa con Thomas Müller. Robben y Ribery alternan ahora con más frecuencia las bandas, Philipp Lahm alterna las posiciones de mediocentro y de lateral derecho, de Thiago y Schweinsteiger a veces no se sabe quién será el seis y quien el ocho.

La filosofía de Guardiola sigue naturalmente basada en la posesión y en la circulación del balón, que a veces le sirve para agotar a los rivales antes de dar la puñalada definitiva. Pero su Bayern también tiene otros recursos y a veces, cuando toda la defensa contraria está esperando un toque más, viene un centro al área y aparece la cabeza de Mandzukic para definir.

Al comienzo eso tal vez sólo era un plan B puesto que la presencia de Götze o Müller como falso nueve están más cerca de la forma como Guardiola entiende el fútbol. Pero el croata ha demostrado su importancia con un gol tras otro.