Con 21 años recién cumplidos apareció por Alicante Luis Aragonés, un desgarbado interior diestro que llegaba procedente de los equipos inferiores del Real Madrid para unirse al Hércules, club que en aquella temporada 59-60 no tenía otro objetivo que el ascenso a Segunda División. Alto, con una técnica que llamaba la atención, Aragonés no tardó en despuntar en un equipo que se paseó por los campos de Tercera hasta coronarse campeón de la Liga regular y arrasar en la promoción, eliminando a Manacor y Hospitalet.

Luis jugó 24 partidos oficiales con el Hércules de ese año y anotó 17 goles. Líder indiscutible de un equipo que contaba con buenos jugadores como José Juan, Gijón, Quetu, Cortés, Rayo y Magriñán, entre otros, Aragonés se quedó sin jugar la decisiva eliminatoria por el ascenso ante el Hospitalet tras un enfrentamiento dialéctico con Álvaro, el entrenador herculano. Según circuló por aquel entonces, el joven Luis disfrutaba de la vida nocturna alicantina, concretamente en Pigalle, la sala de fiestas de la última planta de la Torre Provincial, en la Rambla de Méndez Núñez, dato que alguien trasladó a Álvaro, lo que originó la discusión entre ambos al final del curso. El técnico acabó pasando factura en la eliminatoria decisiva al madrileño, que minutos antes, tras salir y comprobar el estado del terreno de juego de Hospitalet, pidió a Manolo González, el eterno utilero, que le preparara un par de botas determinadas, seguro y confiado de que iba formar, como siempre, en el once inicial que debía asegurar el ascenso.

En cualquier caso, el Hércules consiguió el ascenso y la suplencia de Aragonés en esos últimos partidos quedó como una anécdota más en un año que registró un auténtico paseo triunfal.

Luis Aragonés residió en la calle Carmelo Calvo durante su estancia en Alicante. De su etapa en el Hércules conservó amistad con Quetu, un central que también prestó grandes servicios al club alicantino durante la década de los sesenta, y congenió con otros muchos, como José Juan, el delantero canario que ayer recordaba al de Hortaleza como un «sensacional jugador que cruzaba de punta a punta el terreno de juego de La Viña con cuatro zancadas». «Lo veías encorvado, altísimo... tenía planta y una calidad tremenda. Jugaba por el carril del "8" y lanzaba las faltas de forma magistral», recuerda José Juan, quien también rememora buenos ratos en el bar Guillermo, de la alicantina calle Velázquez.

De su etapa en el Hércules, Aragonés recordó en alguna ocasión a su gran amigo Jesús Paredes (hoy preparador físico del club alicantino) el talento de «tres o cuatro jugadores», entre los que figuraba José Juan, exponente del fútbol canario del gusto del que fuera seleccionador nacional.

Su amistad con Paredes y con Quique Hernández le llevó a estar pendiente del club alicantino en los últimos tiempos. El pasado año visitó el hotel de concentración para saludar a ambos y hace menos de un mes, durante una de las últimas conversaciones que mantuvo con el preparador físico, contó que había visto al Hércules por televisión y le había gustado. Años antes, concretamente en el 96, el nombre de Luis Aragonés entró en los planes del Hércules para asumir las riendas técnicas. La sugerencia fue de Quique Hernández, quien por aquel entonces trataba de salvar al equipo del descenso a Segunda. Hernández iba a proponer al presidente Aniceto Benito pasar a la secretaría técnica y fichar a Luis como ocupante del banquillo. No hubo permanencia, así que no hubo lugar.