La organización de unos Juegos Olímpicos tienen como reto la posterior utilización de las instalaciones, normalmente desmesuradas para lo que es el posterior día a día. Cinco años después de la celebración en Pekín, el Nido de Pájaro y el Cubo de Agua, estadio y piscina emblemáticos, languidecen y son una máquina de perder dinero.

Madrid se jactaba, y con razón, de que tenía el 80 por ciento de las instalaciones ya realizadas. De hecho, se construyeron con vistas unos hipotéticos juegos. ¿Qué hacer ahora, por ejemplo, con la Caja Mágica, ese escenario que costó casi 300 millones de euros y que apenas se utiliza en el Open de Madrid? Algo aplicable también al Madrid Arena, el Centro Acuático o el Parque de la Gavia. El estadio de la Peineta se salvará de alguna manera al pasar a ser el nuevo escenario de los partidos del Atlético de Madrid, pero son cientos los millones dudosamente invertidos, que hacen palidecer los algo más de 30 millones que ha costado la candidatura, pagada también con la colaboración de empresas privadas. Lo que no se sabrá, al menos de momento, es si esos juegos nonnatos habrían sido una ruina o un despegue para la ciudad.