La publicación hoy en todos los diarios británicos de la foto un futbolista del Manchester United que trató de evitar mediante una orden judicial que se revelara una relación adúltera con una exconcursante de Gran Hermano marca sólo el comienzo de una batalla entre los jueces y el Parlamento británico.

Después de que miles de usuarios de Twitter airearan la identidad del multimillonario futbolista y de que su nombre se coreara incluso en los campos de fútbol sin que los diarios británicos pudieran mencionar su nombre, bastó el que un diputado liberaldemócrata lo revelara en un debate parlamentario para saliera finalmente en letra impresa el secreto peor guardado de este país.

"Mister Speaker -dijo este lunes el diputado John Hemming, dirigiéndose al presidente de la Cámara de los Comunes-, cuando 75.000 personas han mencionado a Ryan Giggs en Twitter, no es factible encarcelarlos a todos".

Su intervención, que suscitó las críticas inmediatas del "speaker" de los Comunes, se produjo poco después de que un juez del Alto Tribunal rechazara el último intento de un poderoso grupo periodístico de que se revocara la orden mordaza que impedía a los medios de comunicación británicos publicar un hombre que llevaba semanas en la blogoesfera.

Esa revelación, que siguió a la publicación el fin de semana en un periódico de Escocia de la foto del futbolista, supone un duro golpe para el bufete legal que le representa y que, previo pago de una suma muy importante, había intentado hasta ese momento impedir lo que parece ya irremediable en la era de las redes sociales no reguladas como Twitter y de Facebook.

La protección de la privacidad de los ricos y famosos se ha convertido en un negocio altamente lucrativo para las firmas legales como Schilling, que hace unos años defendió por ejemplo con éxito a la modelo Naomi Campbell frente al tabloide Daily Mirror, que ha había fotografiado a la puerta de la organización "Narcotics Anonymous".

Ese bufete y su fundador, Keith Schillings, son conocidos en la profesión periodística y entre sus colegas del mundo legal por la tenacidad y agresividad con la que defienden a sus clientes, asumiendo fuertes riesgos, algo que pueden permitirse, según "The Times", porque sus clientes son riquísimos.

Tras este incidente y mientras sigan en vigor varias decenas de órdenes mordaza destinadas a proteger la intimidad de deportistas, banqueros y otros famosos frente a la insaciable y morbosa curiosidad de los tabloides británicos, la batalla está claramente planteada entre los poderes legislativo y judicial.

El diputado liberal demócrata que, haciendo uso del privilegio parlamentario, mencionó este lunes el nombre del futbolista de la Premier League inglesa, no hizo otra cosa que lanzar un guante a los tribunales.

El llamado "lord chief justice", que está al frente de la administración de la justicia en Inglaterra y Gales, advirtió a la prensa de que se lo pensase bien antes de informar de ese hecho a la vez que se preguntó si era correcto que un legislador desafiase así una orden judicial.

Los liberaldemócratas británicos, minoritarios en el Gobierno de coalición, ha estado casi desde el primer momento en primera fila en esa batalla entre el legislativo y la judicatura y así uno de los lores de ese partido fue quien reveló la pasada semana que el exconsejero delegado del "Royal Bank of Scotland" Fred Goodwin había recurrido también a una orden mordaza para ocultar otro "affaire".

Pero también el primer ministro británico, David Cameron, ha expresado su inquietud por el hecho de que los jueces británicos utilicen la Convención Europea sobre Derechos Humanos para crear una ley de privacidad sin intervención del legislativo.

Claro que, dicen los críticos, Cameron no es neutral en ese asunto pues tiene interés en ponerse de parte de los tabloides, sobre todo los del poderoso grupo del magnate Rupert Murdoch, en su batalla con los jueces, en la seguridad de que éstos le devolverán el favor.

Y la pregunta que hay que hacerse es si un lío de faldas de un futbolista es realmente un asunto de "interés público", como pretenden los tabloides, o algo que no deba afectar a alguien más que a él y a la mujer a la que ha engañado.