El Alonso de los viejos tiempos ha vuelto. El agresivo, el que advierte de que no se dará por vencido fácilmente; el competidor inconformista, que se rebela contra dos coches que lleva el nombre de una bebida que da alas, pero que parecen llevarlas incorporadas al chasis. Después de arrancarle una vuelta perfecta a su mejorado Ferrari, lanzó un ataque verbal premonitorio. "Tengo una buena posición en la salida. Espero que el coche responda porque no tengo nada que perder y voy a darlo todo. Quiero llegar a la primera curva por delante de Vettel", dijo.

O mucho confía en sus manos, o tiene guardada una carta para los ochocientos metros que hay entre la línea de salida y la primera curva. De su esfuerzo descomunal sobre el coche rojo sacó nada más que un cuarto puesto, que es, paradojas, su mejor sábado de la temporada. No le preocupa porque este año la parrilla no es tan definitiva como antes, aunque en esta pista van ya diez años consecutivas con victoria del poleman.

Si se cumple la tradición ganará Webber. Que un Red Bull esté en la pole no es una sorpresa. Sí puede serlo que el australiano le ganase por la mano a Vettel, dueño hasta ahora de los cuatro sábados que se habían disputado. La dictadura de los coches energéticos empieza a ser insoportable para sus rivales. Entre ellos, nada más que dos décimas, el suspiro que se escapa en una trazada no todo lo perfecta que requiere este show donde la imprecisión se paga con tiempo perdido. El resto, a una distancia sideral.

Le coloca Webber un segundo a todos los perseguidores que no llevan sus colores. Ahí se colocan en un pañuelo Hamilton, Alonso y Button, los tres en la misma décima, intercalados en una caza que, hoy por hoy, es imposible. "Esta pista es perfecta para ellos. Hemos mejorado pero aquí teníamos poco que hacer. Estoy deseando llegar a sitios como Canadá, Mónaco o Hungría, que son mucho más favorables para nosotros" aseguró Fernando Alonso ayer.

El asturiano se vació para llevar al Ferrari hasta la segunda línea. Siempre había sido quinto este año y subir un escalón le ha costado un triunfo. "Si lo intento veinte veces más, con veinte juegos de neumáticos nuevos, no podría mejorarla. Cuando te sale una vuelta así sientes una descarga de adrenalina que no se puede explicar. Iba al límite y por eso tengo una satisfacción enorme, aunque solo hemos hecho el trabajo de un día".

Puede parecer pobre que un doble campeón del Mundo celebre así colocarse en la segunda línea, pero es para lo que da el Ferrari frente a las centellas de Red Bull. Que le pregunten sino a Felipe Massa. El devaluado brasileño no invierte su tendencia. Le delata el vistazo a la parrilla: delante, los dos inalcanzables; después, un McLaren (Hamilton), un Ferrari (Alonso) y el otro McLaren. El turno sería para el otro coche italiano. Pero no. Sexto se coloca un Renault (Petrov). Y séptimo, un Mercedes (Rosberg). Luego ya viene Massa, con ocho décimas de retraso respecto a Alonso. El brasileño está demasiado lejos como para meterse en las batallas de la carrera y hostigar a los rivales directos en el Mundial.