La selección de Francia regresó ayer a los entrenamientos para preparar el tercer y decisivo partido contra Sudáfrica, un día después de la rebelión de los futbolistas en apoyo a Nicolás Anelka, expulsado del combinado galo tras insultar al seleccionador Raymond Domenech en el descanso del choque contra México. Todos los jugadores franceses regresaron al campo de entrenamiento en Knysna, y se ejercitaron con normalidad de cara al trascendental partido del martes en Bloemfontein, que podría ser el último del Mundial.

Un portavoz del equipo francés aseguró que "todo el mundo estuvo allí", lo que incluía al preparador físico Robert Duverne, que el domingo tuvo un encontronazo con el capitán Patrice Evra, después de comprobar que los futbolistas no estaban dispuestos a entrenar. Evra y sus compañeros decidieron ausentarse de la sesión como protesta por la decisión de la Federación Francesa de Fútbol (FFF) de expulsar a Anelka de la plantilla, tras su comportamiento en la derrota por 2-0 ante México.

Estampida de patrocinadores

La crisis de la selección ha comenzado a provocar una estampida entre los patrocinadores oficiales de los "bleus". "A la vista de la situación actual, de lo que pasa en la selección francesa, hemos suspendido la campaña" de televisión que había comenzado a principios de mes y que estaba previsto que terminase el próximo día 25, coincidiendo con el final de la fase de grupos del Mundial, declaró una portavoz del banco Crédit Agricole.

También la cadena de comida rápida Quick ha puesto fin a la campaña que protagonizaba el expulsado Anelka, aunque las calles de Francia siguen forradas de carteles en los que el ariete del Chelsea levanta una hamburguesa como si fuera una copa de campeón. GDF Suez, por su parte, se ha sumado a los patrocinadores oficiales que han puesto el grito en el cielo y califican la situación de "increíble".