Springsteen desplegó sobre el escenario una energía prodigiosa ante los 15.000 espectadores reunidos en el Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid, entre los que se encontraban los Príncipes de Asturias y las infantas Elena y Cristina.

El "Boss" tardó tres cuartos de hora en aparecer en el escenario, pero le bastaron diez minutos para hacer enloquecer a su público, el tiempo de arrancar su actuación con "Radio Nowhere", la carta de presentación de "Magic", que unió con "No surrender", uno de los mejores temas del famoso "Born in the USA".

Su grupo de toda la vida, la E Street Band, llegó a Madrid con dos novedades. El teclista Danny Federici se quedó en Estados Unidos para tratarse un melanoma y fue reemplazado por Charles Giordano, quien trabajó con Springsteen en la gira anterior.

Tampoco vino la mujer del "Jefe", Patti Scialfa, quien permanece en su país con los hijos de la pareja, y fue sustituida por Soozie Tyrell, que colaboró hace cinco años en el álbum "The rising".

Dirigidos por un magistral Max Weinberg a la batería, con el carismático Steve Van Zandt y Nils Lofgren en las guitarras, el "profesor" Roy Bittan al piano, el poderoso Clarence Clemons al saxo y el discreto pero eficaz Garry Tallent al bajo, la banda sonó firme en el viaje que Springsteen emprendió por el presente y pasado de su carrera.

A sus 58 años, el Jefe apenas dio tregua a su público. Tras un arranque trepidante encadenó "Lonesone day" y "Gyspsy biker", antes de tomarse un respiro para hablar de la situación política de su país.

"En América estamos viviendo un tiempo donde las mentiras son verdades y las verdades son mentiras", dijo, en español, antes de interpretar la canción que da título al álbum que presenta en esta gira.

Pero Springsteen es ajeno al desaliento y luego ejecutó una versión definitiva de "Reason to believe" ("Una razón para creer");, un rayo de esperanza que procede de uno de sus discos más oscuros, "Nebraska".

"Me da miedo lo que está pasando en América ahora", afirmó más tarde el músico de Nueva Jersey, que aludió a la "guerra innecesaria" de Irak, y que terminó su monólogo diciendo que "hay que luchar" contra esta situación.

Al echar la mirada atrás, el "Boss" recuperó en Madrid uno de sus álbumes más queridos por los fans, "Darkness on the edge of town", de 1978, del que a lo largo del concierto regaló cuatro temas -"Badlands", "Candy's room", "The promised land" y la que da título al disco- para delirio de su público.

Un público que coreaba los viejos temas, pero que también demostró haberse estudiado las letras de las canciones de "Magic"; que mantiene una fidelidad a la que Springsteen volvió a responder con una entrega total.

El "Boss" encadenó sin descanso "Working on the highway", "Devil's Arcade", "The rising", "Last to die"...hasta llegar a "Badlands". Pero después de casi dos horas de concierto nadie daba muestras de cansancio.

Tras una breve pausa, Springsteen y sus músicos regresaron al escenario para terminar de incendiar la noche con los bises, que empezaron con "Girls in the summer clothes", que dedicó "a las chicas de Madrid".

Luego llegó la traca final con el clásico "Thunder road", que el público le había pedido a gritos, unido a "Born to run" y una irresistible versión de "Dancing in the dark", para terminar con el festivo "American land", que mantuvieron bailando a toda la audiencia -el Príncipe incluido-.

El Jefe, que este lunes continúa su gira en Barakaldo, se despidió del público prometiendo volver en verano. Dejó a sus seguidores exhaustos y felices.