Dos alicientes de entrada. Un nuevo estreno en el Principal de Alicante y el debut del cineasta Juan Luis Iborra como director de teatro. Un alicantino al lado de otros dos. Antonio Albert, autor junto a Iborra, y Ana Pascual, una de las actrices de «Mentiras, incienso y mirra», comedia con el tema de la soledad en los personajes y un retrato de la amistad entre ellos a partir de una noche de Reyes, celebración que comparten desde hace años con obsequios, recuerdos y vivencias. Un asunto central que frecuentemente acogen los escenarios. Uno tiene la sensación de ver muchas veces la misma obra pero con situaciones distintas y con las particularidades de los responsables de turno. La influencia del carácter de las series de televisión se percibe en los pasajes, en los sujetos o en el lenguaje de la obra. El ritmo muy ágil y la buena sincronía de los actores destacan especialmente, mérito no sólo del reparto sino también de la dirección de Juan Luis Iborra. Palabrería y anécdotas frecuentes en los dibujos de patrones de conductas que muestran la pérdida de ilusiones e ideales con el paso del tiempo. Narran y actúan en unas escenas ligeras y encadenadas que se establecen en una escenografía donde el mismo espacio, ayudándose del diseño de iluminación, exhibe distintos lugares. Sobresalen el desparpajo andaluz de Elisa Matilla, en un papel de hipocondríaca que el respetable acoge con cierto regocijo, y el gay que con ironía y naturalidad interpreta Ángel Pardo. Las amistades erosionadas, el miedo o la búsqueda de la maternidad y del amor nos llevan por las emociones y las actitudes que Juan Luis Iborra y Antonio Albert recrean a dúo en su texto y con las que el numeroso público puede identificarse. Jordi Rebellón lleva la batuta. Jesús Cabrero y la valenciana Marta Belenguer cierran el solvente cuadro actoral para el que los autores han realizado esta obra. Solvencia que aumentará a medida que ruede el vehículo. El deseo de recuperar la ilusión, algunos trazos de farsa visual y unos espectadores que son confidentes. La fama que da la tele es siempre un gancho. Se crean proyectos circunstanciales y funcionales con éxito.