Ciertamente Javier Perianes es uno de esos pianistas que se reivindica a nivel internacional y mimbres no le faltan al joven onubense, que derrochó técnica a raudales en un programa muy del gusto de los habituales de las citas de la Sociedad de Conciertos, Beethoven y Chopin. Obras, sin embargo, también conocidísimas y que se prestan a las siempre odiosas comparaciones. Quizá hubiera estado bien que en ésta su presentación en Alicante Perianes nos hubiese mostrado algo más de su repertorio por el cual ha recibido excelentes críticas. Me refiero, como el buen aficionado sabrá, a su magnífica versión de la «Música callada» de Frederic Mompou, que le ha valido el reconocimiento de la crítica especializada. No obstante, en Alicante se nos presentó con otra obra por la cual el intérprete ha llegado al gran público, nos referimos a la Sonata nº 31 en la bemol, op. 110 de Beethoven, que fue motivo de un DVD del sello EMI (incluido en la revista «Scherzo» del mes de abril); donde Daniel Baremboim -convertido en uno de los mentores de lujo del intérprete- y Perianes protagonizaban una lección magistral.

Preciso lo fue, su cuidada técnica quedó bien patente, lo que le facilitó el lucimiento escénico, pero no fue más allá de maneras de alumno aventajado. Pericia no le falta a Perianes, no obstante su discurso interpretativo lo construye sobre un apabullante trabajo digital, con pinceladas de sentimiento, que las pretende, pero que no llegan a desbordar. Demasiado impetuoso en cada inicio, el primer movimiento de la op. 110 padeció de una excesiva precipitación y la interpretación se resintió, aunque ello no en menoscabo de la calidad del pianista, la cual no se duda.

La Sonata nº 5 en do menor, op. 10, también de Beethoven y que abrió la velada, nos confirma en lo anterior, técnica impecable pero demasiado ímpetu en la ejecución y, en este caso, un segundo tiempo que para un pianista de la valía de Perianes debió de dar más de sí. En la segunda parte, interpretó la Sonata nº 3 en si menor, op. 58 de Chopin, una obra con un caudal de expresión impresionante que Perianes resolvió siempre con pulcritud pero sin la chispa de pasión que la partitura requiere para ser bordada, que a los movimientos centrales se les notó cierta abulia, lo que, a pesar de ello, no desdice una interpretación que se puede calificar de correcta.