El arzobispo de Granada, monseñor Francisco Javier Martínez, se sentó ayer en el banquillo de los acusados en el juzgado de lo Penal número 5 de esa ciudad por la presunta comisión de un delito de calumnias o de forma alternativa uno de injurias, tres delitos de coacciones, un delito de lesiones psicológicas y un delito contra la integridad moral a un sacerdote.

Esta es la primera vez que un arzobispo es juzgado por estos motivos, después de que prosperase la denuncia que presentó un sacerdote que considera que el arzobispo actuó «en represalia» con él por la relación que tenía con la entidad CajaSur, con la que el arzobispo había mantenido un «duro enfrentamiento» en Córdoba, según el denunciante.

El arzobispo aseguró ayer que nunca quiso dañar al sacerdote Francisco Javier Martínez Medina, que ha acusado al prelado durante el juicio de «humillarle y vejarle». Martínez defendió su libertad de actuación como responsable de la Diócesis y afirmó que se siente «víctima de un acoso mediático».

El prelado expresó el «inmenso dolor» que le ha producido «esta especie de confrontación pública» en la que ha derivado la causa pese a que, insistió, tiene que defenderse haciendo referencia a una persona cuyo bien desea con toda su alma.

Por su parte, el sacerdote Javier Martínez Medina mantuvo que el prelado le amenazó y que la causa del cese de todos sus cargos fue su relación con CajaSur, situación que le ha causado además de problemas laborales, problemas de salud. Martínez Medina señaló que ha tenido «nula relación personal» con el arzobispo, que se ha negado a recibirlo en reiteradas ocasiones. Explicó que actuó de intermediario en el conflicto que mantuvo CajaSur con el prelado - cuando éste era arzobispo de Córdoba - , cuestión que consideró importante por ser la causa de su destitución.