Alicante ya no podrá deleitarse con los conmovedores recitales de Nemesio Martín Santamaría, poeta y profesor en esta ciudad, que fue su balcón al mar. Desde este escenario, con una voz profunda de locutor radiofónico, se asomó a la sensibilidad de sus gentes: familiares, amigos, compañeros, alumnos, vecinos, incluso forasteros llamados al calor de la palabra? A nadie dejó indiferente. Falleció el pasado día 10 de abril, a los 73 años.

Nos deja, sin embargo, una valiosa herencia. Para sus alumnos, el amor por la literatura entendida no sólo como fuente de belleza, sino como ejemplo de vida misma, prisma de nobleza, valentía y honestidad por el que asomarse para huir de la zafiedad o el adocenamiento en tiempos de ética incierta e ignorancia. Para sus colegas, su propio método de enseñanza dirigido a profesores intrépidos y animosos que quisieran fomentar la creatividad o el pensamiento crítico, docentes ajenos a la ortodoxia, poco dóciles, y, eso sí, devotos del Arte. Y a los amantes del verso regala poemarios cuyas estrofas alaban la luz cegadora del mar o añoran el páramo de trigo y la leche tibia del origen distante.

Fue profesor por vocación. Desde su llegada a esta ciudad en 1980, hasta su jubilación en el 2006, predicó la pasión por las Letras desde las aulas del IES Figueras Pacheco. La dedicación a sus alumnos se traduce en libros de texto ( Leer, crear, invitación a la literatura, El discurso literario o Juegos literarios reunidos, entre otros), en los que Nemesio acertó a llevar a cabo una profunda renovación en la enseñanza de la literatura, rompiendo con la ordenación diacrónica y meramente enumerativa de autores y obras de los manuales al uso e instituyendo criterios más relacionados con la fenomenología de la lectura (como son el género literario y la selección temática). Consiguió así sembrar entre sus alumnos el placer de leer para aprender a escribir.

Con la guía de su emoción, les invitó a emocionarse con la poesía y a adentrarse en el teatro, el cuento y la novela. Molió para ellos las mejores obras clásicas, que adaptó a su propia lengua juvenil con exquisita selección, profundo estudio y capacidad para re-crear literatura consagrada ( El Caballero de Olmedo, El mercader de Venecia, La vida es sueño, Grandes relatos medievales, Verde verderol y El Quijote de los Ben Benengeli): «No se trata de reducir o podar la frondosidad del texto clásico -pregonaba-, sino de disponer su significado a la elección y sensibilidad del niño o adolescente destinatario, sin merma alguna de su intensidad poética».

Nemesio amasaba siglos de literatura en clases magistrales, auténticos homenajes a los autores clásicos abreviados en una hora. En ese tiempo se dedicaba a pintar en el aire historias con las que coció el mejor pan que puede comer el estudiante: el pan que alimenta el vuelo del pensamiento, y lo eleva por encima de la realidad, para viajar en el espacio y en el tiempo.

Pero tanto y más -o, mejor dicho, inevitablemente a la vez- que profesor, Nemesio Martín era un poeta necesario, autor de brillantes obras poéticas: Innumerable sonrisa contiene en sí el mar alicantino. Orla, con una expresión metafórica, de frescura inusual, agavilla una galería de retratos de exalumnos que ya llevaban inscritos sus destinos. Tiempos discretos es un espacio lírico que viste la realidad de estudiantes sin recursos, currantes afanados, gitanas anónimas o sublimes músicos callejeros... desafortunados alicantinos protagonistas de sus historias tejidas con el mejor paño castellano, para descubrir la realidad encontrada en el aula del instituto, en la peluquería del barrio, o cualquier gasolinera en la que nadie más reparase. De un pueblo que olvidó Azorín es un regreso al paraíso infantil de su pueblo natal (Medina de Rioseco). Viejo, hidalgo y pobre invoca al verso a un admirado Miguel de Cervantes despojado de toda vanidad. Sobre este poemario escribe Ángel Luis Prieto de Paula: «Una resma de sueños averiados, aquel dolor pugnaz que vergonzosamente calla, [...] un yo implicado que monodialoga con el pobre Cervantes, un ejercicio de comprensión y de misericordia: todo eso y mucho más se mece en las alas de estos versos.»

Estos ejercicios líricos, cuya calidad ha sido reconocida en prestigiosos certámenes independientes son el precioso legado que nos deja: Premio Nervión (1990), Alicante (2003), Torrevieja (2003), Certamen Nacional de Poesía Tomás Navarro Tomás (2004)... Una poesía, en fin, que la poeta Blanca Andreu describe así: «tan culta como profunda, tan alejada de la banalidad como la de sus maestros del siglo de Oro. [...] Si Nemesio Martín fuera pintor sería velazqueño, un pintor enamorado de la perfección, capaz de pintar a la vez el alma y la vestidura. Su poesía, escrita o desde la alabanza o desde la conmiseración, es también humana a más no poder. Nemesio no es un príncipe de las nubes como el albatros de Baudelaire. Sus alas de gigante nunca le impiden caminar.»

Maestro del lenguaje, no dejó de escribir tras arriar las velas de la docencia e, inéditas de momento, quedan varias obras narrativas y dos poemarios en los que se embarcó y que, esperemos, pronto vean la luz. Pero eso no es todo, pues la pasión por la vida de su admirado Lope de Vega le llevó a escribir un guion de cine: Lope enamorado, ahora en fase de producción, verá seguramente la luz en televisión el año entrante y constituirá su última lección de literatura.

Nemesio, como gran conocedor de Cervantes, hizo suyo el lema del Quijote: «Hacer el bien a todos y el mal a ninguno». Y lo llevó a la práctica en todos los órdenes de la vida. También, como Alonso Quijano, fue «vencedor de sí mismo»: transformó un destino que podía ser anodino en otro en el que el trabajo, el esfuerzo, la búsqueda de la belleza, el afecto a todo el que le conocía, el entusiasmo al transmitir su amor a la literatura y su emoción por la poesía a sus alumnos... hicieron de su vida una conquista diaria que vencía la rutina, el desencanto, la indiferencia y el egoísmo que veía a su alrededor. Igual que el ingenioso Hidalgo.

Por eso es tan grande su pérdida. Y por eso le decimos, como León Felipe a don Quijote: «Ponme a la grupa contigo».