¿Cómo cambia la percepción de la danza para un bailarín cuando llega a dirigir una compañía?

Es muy diferente. La verdad es que cuando eres bailarín te preocupas solo de tu cuerpo, de entrenarte bien... Y, cuando diriges una compañía tienes que ocuparte de cada uno de los bailarines, de cincuenta que hay y, sobre todo, de que crezcan artísticamente. Es muy enriquecedor porque ves que con tu trabajo se crean espectáculos y que todos crecen en la escena. Es como una prolongación.

¿No echa de menos las tablas?

La verdad es que no. Porque bailo mucho con el cuerpo de danza en el estudio, monto las coreografías con ellos. Cuando ves que gracias a tu trabajo cincuenta personas bailan, es como si bailaras a través del cuerpo de los demás. Aunque estoy viendo el espectáculo, estoy bailando.

¿Por qué 25 años después y bajo su dirección, la Compañía Nacional de Danza eligió un ballet clásico?

Me parecía que correspondía porque había bailarines con mucha personalidad, con carácter, y, buscando un título de ballet clásico, me pareció que Cervantes era idóneo. Esas dos facetas fueron importantes a la hora de elegir este título clásico, un ballet muy español. Tenía ganas de coreografiar mi versión.

Tomó las riendas de la Compañía Nacional de Danza en un momento complicado. Se ha hablado mucho de la falta de una sede, ¿qué cree que falta en las institución?

Necesitaríamos tener un teatro donde poder desarrollar nuestra temporada como Compañía Nacional, y luego ir de gira con esos espectáculos. No tener una sede propia hace más complicada la gestión. La parte positiva es que giramos mucho, pero es complicado tener un proyecto pedagógico y fidelizar al público. Es verdad que la danza necesita apoyo político. Pero creo que es por falta de tradición. Simplemente por eso, voluntad hay.

Quizás por la imagen en películas como Cisne Negro , la danza se relaciona siempre con sacrificio y disciplina.

Yo no podía hacer otra cosa que no fuera bailar, así que la palabra sacrificio no vale para mí. Aunque dejar a mis hermanos y a mi familia, alejarme de ellos para irme a Francia sí fue un sacrificio. Es cierto que hay que hacer esfuerzos, porque hay que formarse sobre tu propio cuerpo. Un músico si rompe su instrumento, usa otro. Disciplina sí, pero sacrificio quizás no. Sí hay un poco de verdad en la imagen del cine: tienes que pasar por tendinitis, días cansados o bailar con fiebre. Somos como los deportistas de elite, salvo que la carrera de los bailarines es mucho más larga.

¿Cuánto de talento y cuánto de disciplina es preciso?

El talento es una luz especial, se tiene o no se tiene. Más que disciplina, diría trabajo. Y ahí pondría el 80% de trabajo y el 20% de talento. Para mí lo más importante en un bailarín es su cerebro. Un bailarín que trabaja con la cabeza llega mucho más lejos. Bailar es pensar con el cuerpo.