Había lleno en los tendidos, como en las grandes ocasiones. La luz de la tarde prometía suceso importante, y lo hubo. El milagro del toreo, que no puede darse sin el toro, obviamente. Un encierro muy «sevillano» de Núñez del Cuvillo, sin excesos, con las caras limpias y las hechuras correctas. Y entre el sexteto, «Encendido», que saltó a la arena en segundo lugar y ayudó a volver de las brumas a un José Mari Manzanares necesitado de sentir de nuevo las muñecas rotas.

No andaba el de Cuvillo sobrado de fuerzas, y tras un recibo a la verónica muy templado, donde el alicantino ya pulsó el compás magnífico del astado, lo administró en una lidia muy a favor del toro. Con la colaboración eficaz de su cuadrilla, con Suso en la lidia y Rafael Rosa saludando dos buenos pares de banderillas. Antes, Talavante lo había mecido por delantales de fino trazo. Desde el inicio lo vio Manzanares metido en la pañosa. Un trincherazo y un cambio de mano apuntaron ya la profundidad del trasteo.

Se sucedieron luego tres tandas con la mano diestra mandando, ahormando y casi durmiendo la franca embestida de «Encendido». Los tendidos rugían porque estaba sucediéndose toreo del bueno, y mucho. Al natural se vencía algo más el animal, que podía andar flojo, pero no tonto. Aun así, meció la zocata con exquisito compás. Hubo un par de apuros por la confianza, aunque sin bajar nunca la intensidad. Los pases de pecho elevaron el tempo de la melodía manzanarista, y un natural de remate a una tanda diestra que todavía dura. De remate, estocada recibiendo marca de la casa. Portentoso. Dos orejas a las manos del torero de «Encendido», que mereció mucho más que una ovación en el arrastre. Por su prontitud, galope, codicia, casta... No fue como aquel «Arrojado» de 2011 (que murió en 2015, hay que matizar), pero sí mereció el honor de la vuelta al ruedo.

El colorado quinto, «Gavilán», tenía clase y alegría en sus movimientos, pero andaba cogido con alfileres. Lo recibió con una larga de rodillas y un manojo de verónicas mecidas, cadenciosas, de lo mejor que se vio en toda la tarde. Otra vez muy cuidado en el caballo y en toda la lidia, llegó a la muleta con buen son, aunque escaso. Se rebrincaba al tercer muletazo ligado, y aunque le cuajó una excelente tanda al natural, el público se enfrió cuando, tras manojo soberbio de derechazos, el torero se fue a por la espada. El silencio resultó demasiado evidente. Al matar, el toro perdió las manos y el acero no penetró. Todo se quedó en saludos desde el tercio tras el descabello final. Se intuía una Puerta del Príncipe que no fue, y debió ser.

Tras el aluvión manzanarista en el segundo, Alejandro Talavante cuajó dos sensacionales tandas al natural al tercero, «Asturiano». Buenas de verdad. También a derechas. Faena de dos orejas en cualquier otra tarde. Se llevó solo una tras encunarse con la espada y salir cogido por una costilla. El sexto careció de clase y hubo defensa más que entrega. Y completaba Sebastián Castella, que apenas pudo lucir con un primero sin rematar, y un cuarto al que molió a derechazos y acabó aburriendo en las cercanías. Había poco que hacer tras el torrente de toreo de Manzanares con «Encendido»...