Un gif de contenido racista se coló en el catálogo de imágenes a compartir y terminó con el uso de estos muñequitos en movimiento, una función muy apreciada entre los usuarios de Instagram. Las redes sociales están más que nunca en el punto de mira. Twitter lo sabe bien y este fin de semana ha hecho limpieza de perfiles falsos. Instagram y Snapchat han roto, por el momento, su contrato con Giphy, la plataforma encargada de suministrar un catálogo inagotable de gifs animados a ambas comunidades.

El causante ha sido una imagen con «insultos racistas» hacia la comunidad afroamericana, tal como denunció un usuario. El mensaje en cuestión hacía referencia al incremento del número de crímenes cometidos por negros. «Este tipo de contenido no tiene cabida en Instagram. Hemos detenido nuestra integración con Giphy mientras investigan el problema» señalaron los responsables de la red social de Mark Zuckerberg.

Por su parte, Giphy explicó que la imagen se coló por un fallo en los «filtros de moderación» del contenido. Sin embargo, aunque ya han eliminado la publicación, los gifs aún no han vuelto a Instagram o Snapchat a pesar de la insistencia de los usuarios que piden su regreso. Toca reflexionar sobre la falta de revisión de los contenidos en redes. Los robots utilizados para esta tarea no son capaces de cribar de forma ética. No la conocen. Basan su moderación en aspectos semánticos, es decir, colocan las imágenes por categorías para que el usuario pueda localizarlas en sus búsquedas. Con este método, no es de extrañar que tras buscar «crimen» apareciese la imagen racista que ahora invita a reflexionar sobre el tema. Todas las redes funcionan igual.

Un ejemplo reciente: la encueszta sobre pedofilia lanzada por Facebook la semana pasada. En ella, a cuestiones sobre cómo actuar si «un hombre adulto le pide fotos de índole sexual a una niña de 14 años» se sugieren respuestas como «este contenido debería estar permitido en Facebook, y no me importaría verlo».

Twitter trata de tomar las riendas de su cortijo. Para ello, ha hecho una limpieza importante este fin de semana. Millones de usuarios falsos («bots») han sido eliminados con la intención de frenar la propagación de noticias falsas y adelgazar las cuentas de quienes compran seguidores. También ha suspendido los perfiles que llevan a cabo prácticas prohibidas como el «tweetdecking» (la compra de retuits masivos para lograr un mayor alcance de las publicaciones). La red social del pajarito ya había anunciado en diciembre duras medidas contra los abusos. La criba llevada a cabo por Twitter es la crónica de una muerte anunciada. La muerte de perfiles fantasmas, bulos y propaganda electoral. Al menos, ésa es la intención.