Guillermo Pastrana, violonchelo

Michael Schonwandt, director

Guillermo Pastrana, uno de los más valorados entre los jóvenes intérpretes españoles, correrá con la parte solista de este concierto estrenado el 4 de octubre de 1959 en Leningrado por el recordado Mstilav Rostropovich, a quien le fue dedicado. Shostakovich, que por esas fechas ya había escrito sus dos conciertos para piano y orquesta y el primero de sus dos conciertos para violín, se vio incitado por el prestigio de su genial compatriota para confiar su inspiración a un nuevo instrumento: el violonchelo. Siete años más tarde, en Moscú en 1966, cuando el compositor ya tenía sesenta años, Rostropovich repetiría estreno con su segundo concierto para chelo y orquesta que, a la postre, sería su última obra concertante y una de sus obras más interpretadas y admiradas. El Allegretto inicial de este primer concierto para violonchelo y oquesta se abre con un tema ligero expuesto por el solista. El segundo movimiento, Moderato, es una melodía fácilmente identificable como rusa que culmina dramáticamente antes de una coda en la que interviene una celesta. Casi todo el tercer movimiento es una cadenza antes de reaparecer el tema del primer movimiento que culmina en el enérgico final, Allegro con moto, que confirma el carácter cíclico de la obra. Los tres últimos movimientos suelen interpretarse de forma continuada, sin interrupciones.

Brahms esperó a tener escritos un concierto para piano, sus dos serenatas y sus «Variaciones sobre un tema de Haydn» para, con cuarenta y dos años de edad, adentrarse en el mundo sinfónico. Todos los estudiosos interpretan que adivinaba la responsabilidad que asumía al convertirse en el heredero de Beethoven, cuyas referencias están presentes sobre todo en la «Sinfonía número 1» que hoy escucharemos.

La obra fue estrenada en Karlsruhe el 4 de noviembre de 1876. Pocos días antes de la Navidad de ese mismo año se escuchó por primera vez en Viena, donde fue recibida calurosamente por la crítica. La composición de la obra se extiende durante más de veinte años de trabajo pues fue iniciada en 1854, poco después del encuentro de Brahms con Schumann. Pocos meses antes del estreno retomaría la composición para terminarla en una época en la que efectuaba giras de conciertos, unas veces como pianista y otras como director de orquesta. Inmediatamente después de concluir la primera de sus sinfonías compondría la Sinfonía número 2, en re mayor (opus 73) y su celebre «Concierto para violín» (opus 77). Brahms, en sus cuatro sinfonías, renuncia al scherzo, tan importante en Beethoven, para reemplazarlo por un movimiento medio de espíritu schubertiano. Lo que sí respeta es el movimiento lento en segundo lugar, mientras será corriente entre otros músicos románticos colocarlo como tercero. El segundo movimiento de esta «Sinfonía número 1», el Andante sostenuto, es una de las más bellas páginas del romanticismo brahmsiano, con una instrumentación tan cálida como refinada donde el oboe, el clarinete y el violín del concertino tienen un papel solista destacado. El cuarto de los movimientos es el más largo, complejo y rico de todos: del tema grave de los violonchelos, en el Allegro non troppo, se ha señalado su parentesco con la «Oda a la alegría» beethoveniana hasta llegar a decir en 1877 el famoso director Hans von Bülow que esta Primera de Brahms era «la Décima de Beethoven», juicio que ha perdurado hasta nuestros días. Brahms respondió con sarcasmo sobre la herencia beethoveniana en sus composiciones que «cualquier asno puede verlo».