Hace poco presentó "Construir un alma" de Andrés Ibáñez y destacó que por él había conocido a Pynchon.

Para ser precisos, fue un librero de Mallorca.

Ah. ¿Cómo fue?

Hablamos de hace unos veinte años. Me dijo, "la gente de vuestra generación tiene que leer a Andrés Ibáñez y a Thomas Pynchon" para romper con la idea de tradición, de seguir a determinados maestros. Conociéndolos cambió mi manera de ver la creación. No centrada en un debate entre textos y autores, sino aportando una visión mucho más abierta.

Desarrolle el argumento.

Es decir, un montón de manifestaciones culturales, donde las cosas no están claras y son ambiguas, donde el lector tiene que implicarse mucho en la cocreación. Crear junto al autor la obra literaria.

Dejándose llevar.

Tiene que encontrar cosas. En una primera instancia, la lectura es un acto privado y solitario. Pero lectura sin compartirla con otros pierde todo el sentido. De esa idea nació el primer club de lectura.

¿Generar dinámicas y atreverse a comentar lecturas en cualquier lugar?

De hecho, es así. Hay gente que cuando lee "Austerlitz", de Sebald, no pasaría de la página 50. Pero si la ha de compartir en grupo el enfoque cambia. Está hora y media hablando de ello y después se encuentra en el autobús con una compañera del club y sigue hablando sobre "Austerlitz". El contenido del libro es una puerta hacia la libertad. Te obliga a argumentar.

¿Por esa razón empezó a leer?

Por esa razón empecé a leer como un enfermo, de manera compulsiva, alrededor de los 17.

¿Qué más le impulsó?

Cuando ves que el libro no es un producto. No compite con el cine ni la PlayStation. No forma parte de la industria del ocio, aunque se canalice como tal. Es mentira. Y eso es lo que pone en peligro la libertad de expresión porque te hace perder la palabra como ciudadano.

¿No puedes formarte un criterio viendo tele?

No. Es una relación pasiva.

Entre las paredes de la librería se acogen debates de lectores, librepensadores, escritores. ¿Qué le dicen todas estas actividades?

Que con ellas eres capaz de recuperar la palabra, porque te obliga y te enfrenta a otros argumentos que ni siquiera con la palabra pueden ser vencidos.

¿Cómo es eso?

Los argumentos no se vencen son complementarios. Hay multiplicidad de matices. Cuando leemos "El Quijote" lo que más valoras es eso.

Su imaginación.

¿Y por qué obedecemos?

Porque pensamos que otra realidad no es posible.

¿Cuáles son los límites de la autoridad política y de la autoridad religiosa?

O, ¿cuál es mi precio?

Esas preguntas no nos las hacemos.

Y están en los libros.

A raíz de los cuales puedes hablar de un tema urgente deslindándolo de lo urgente.

Precisamente, la matriz de Stephen Covey para conseguir mayor efectividad está basada en diferenciar lo urgente de lo importante.

Quizá lo urgente sea lograr una igualdad material entre hombres y mujeres.

¿Y qué importancia le da a escuchar? Porque no creo que se trate de soltar una parrafada.

Hay un fenómeno muy curioso de gente que lee siempre el mismo libro. Claro, tiene una visión sesgada. Cuando está con quince personas, hablando de ese libro, encuentra que todas le dicen que no es así?

Recibe un golpe.

Que está muy bien. Introduces la tolerancia.

Y rompes el esquema.

Al estar acostumbrado a decidir radicalmente.

Ha dicho que el agorero Dostoievski le ha ganado la batalla del pronóstico vital a Tolstoi.

Dostoievski tiene una faceta profética. Denuncia que está contemplando una sociedad que se está diluyendo. Por eso emplea en "Los Hermanos Karamazov" la figura de ese monje que no cree en lo que representa pero lo sigue representando por ser garantía de orden social.

Es tremendo que la Filosofía haya desaparecido de muchas aulas y para muestra de su utilidad está la serie "MerlÍ".

Soy un gran defensor de las Humanidades. Es necesario estudiar Historia y Filosofía, porque te abre una puerta para recuperar la palabra y, luego, desarrollarte en sociedad. Escuchaba demasiado en BUP el mensaje de que lo más importante es estudiar algo que te permita conseguir un trabajo. Una especie de espada de Damocles.

¿Esa idea la sacó de librerías como La Central y Katakrak?

Eso es. En concreto, en Katakrak (Pamplona) funciona el modelo cooperativo porque se junta mucha gente con inquietudes de lo más diverso.

Para que el sistema cambie, parte de la mentalidad empresarial ha de virar.

Es que solo hay dos posibilidades: competir o colaborar.

¿Entiendo que usted apuesta por lo segundo?

Estamos dando pasos para constituirnos en cooperativa. Hace 5 años creíamos que podíamos competir con La Casa del Libro y Fnac con las mismas reglas y no se puede.

¿A qué se debe?

La librería ha de evolucionar hacia centro cultural o centro cívico, lugares donde se garantice la libertad de pensamiento y de expresión.

Aha.

Algo más amplio que la venta y recomendación de libros.

¿Tiene algún modelo cooperativo en la retina?

Incorporar a gente con inquietudes para crear un entorno plural. Si estás comprometido con la ecología lo lógico sería generar espacios sensatos de debate que generen visibilidad. Incluso, puedes crear un foro con seis expertos en ecología nacionales, tomar ideas y aplicarlas correctamente. Me gustaría implantarlo en Alicante. Y lo ideal sería que cuando no puedes ir a una actividad aquí, tuvieras una similar cerca.

Suena bien.

El tema es que cuando alguien quiere empezar proyecto pequeño está influenciado por el derrotismo. Es una cuestión de preocupación.

¿En qué nos ocupamos?

En recuperar la palabra. Ya está. Para que no te construyan la verdad que interesa. El gran engaño.

En algún taller literario ha comentado que sería sano leer "Madame Bovary" cada 5 años.

Hay gran cantidad de roles asumidos por mujeres y hombres. La literatura es un constructor de la mujer como histérica. En el XIX la mujer que quiere conquistar su libertad sexual es vista por el varón como una caprichosa, excesivamente inquieta, que causa infelicidad a su alrededor. ¿Hasta qué punto las imágenes han ido dando forma a estos roles que asumimos como naturales?

¿Por eso apuesta por libros feministas?

Hay que dar visibilidad. Y ojalá hubiera aquí un foro para hablar sobre igualdad.

Volviendo al consejo que recibió de un librero mallorquín hace 20 años, ¿qué ejemplar de calado recomendaría?

Podríamos decir "El Quijote", para que lo comentara en grupo. No es divertido pero sí grave.

¿Y uno para tornar el derrotismo por esperanza?

"El hombre rebelde" de Camus, el ser humano que dice no. No es un no infantil es un no rotundo.