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Martín Chirino: «Hay que estar siempre abiertos a todo lo que sucede»

Martín Chirino: «Hay que estar siempre abiertos a todo lo que sucede»

El escultor canario inaugura el 15 de febrero en la galería Marlborough de Madrid las piezas que imagina entre la poética de sus vientos, el horizonre huidizo y el golpe certero con el que domar el hierro.

En unos días, inaugura una nueva exposición en Madrid, ¿se pone nervioso, o ya está acostumbrado a estos actos?

(Se ríe) No me pongo nervioso en absoluto, esto se vuelve cotidiano. No me produce ninguna impresión, aunque sí significa una gran responsabilidad, con mi historia, con mi vida, con mi tierra canaria, española.

Usted decía hace poco que ahora, como ya ha encontrado su lugar, su sitio en el mundo, tampoco vive tan preocupado.

Sí, he llegado a mi Finisterre. Soy de esas personas que han tenido suerte, y que consigue por fin saber quién es. Más o menos, nunca se puede ser tan pedante de decir yo sé quién soy. Pero lo he intentado y más o menos me he acercado a mí mismo.

Hablando de esa forma de ser, usted se expresa como un poeta, también en las obras que hace, con esa fragilidad del viento, la arena, la música pero después elige un elemento tan potente, tan bruto como el hierro, ¿por qué?

Esa es la gran interrogante. Cuando digo que me conozco, siempre con ese más o menos, al día siguiente te puede sorprender algo que no esperabas. Creo que lo que hay que hacer es aceptar, asumir lo que eres, que si procede de ti, es parte de tu vida. Esa especie de alienación, el conocimiento de la vida, del mundo está lleno de vértices que se convierten en extrañezas, porque te sorprenden. Yo creo que un artista no sólo debe ser un hombre que hace cosas, sino que tiene la obligación de ser uno mismo. Y lo tienes que cultivar en profundidad, y te das cuenta que los límites del arte son tan amplios, hermosos y desconcertantes como todo aquello que hacen los hombres.

¿Para usted esa fascinación por el hierro comenzó en los muelles, cuando su padre lo llevó a los astilleros?

Allí comenzó mi batalla, la hermosura de los cascos de los barcos varados. Y veías como los desmontaban y los volvían a montar. Podías ver las cuadernas por dentro, eso es un espectáculo para alguien que tiene esa concepción del espacio como la tenía yo. Y entonces lo miraba apasionadamente. Estaba todo el día con eso, no sabía a dónde me iba a llevar, pero era importante para mí.

Acabamos de ver cómo ha vuelto a retocar una pieza. Usted ha dicho que le gustan las obras incompletas.

í, porque siempre hay un día más, esa es mi esperanza. Yo que he vivido 93 años, y siempre hay un día más. Para vivirlo, porque el arte es la vida.

Cuando trabaja, cuando golpea el hierro, ¿siente que hace música?

Es música, es el ritmo lo que me importa. Eso lo aprendí en el yunque. Yo necesito ese tipo de ritmo para seguir trabajando y no cansarme. No es un descanso, es una manera de soltar la herramienta y volver a agarrarla. Hay toda una demiurgia que hay que saber y aprender, eso no se explica pero se siente. El alumno que tengo aquí, Daniel, que es un gran herrero, siempre se asombra cuando le digo la música del yunque.

Resulta alentador, poder enfrentarse a la obra y darse cuenta que persisten espacios secretos o por lo menos inexplicables, con esas preguntas sin respuesta.

Hay que estar siempre abiertos, porosos a todo lo que sucede. Realmente el arte es la vida y los artistas tenemos que ser claros exponentes del momento histórico en el que estamos viviendo. Hay que seguir en el camino, a mí me gusta observar las nuevas experiencias, todas las teorías que aparecen, a pesar de mi edad, sigo teniendo energía suficiente.

Usted ha dicho que no se siente mayor, y además está demostrando que la curiosidad la mantiene intacta, ¿cómo artista debe tratar de cambiar el mundo?

La verdad es que no me he puesto a pensar en la muerte, que también puede ser muy creativa. Sí creo que es importante cambiar el mundo, esa es la función del artista. Estamos en el engranaje, somos solo parte del cambio. Ya no somos grandes inventores, ni grandes generadores. Lo que no podemos ser es reaccionarios, eso es lo único que aprendí del franquismo. Yo iba rechazando ese camino. Siempre he sido un hombre muy solitario, caminando, caminando solo.

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