Santiago Auserón hubiese gozado como pocos de estas mujeres vibrantes, a la vez que de una delicadeza casi poetica, con pedazos de eternas féminas como Paula Ordovas, Carmen Lomana, Patricia Valley, Raquel Sanchez Silva, Veronica Sanchez o Miriam GIovanelli, esas que pisan fuerte con apariencia de casi volar sobre el asfalto de Madrid y del mundo. Juan Vidal arrasa en las mejores casas de todo el planeta fashion y por él suspiran cada una de las brand manager y de las cazatendencias que conozco en todo el planeta. Es único.

Se esperaba mucho de la puesta en escena de un Palacio como el que ha protagonizado su desfile más arriesgado. Lejos de defraudar, como las estatuas del jardín botánico, desplegó dosis de glamour sofisticado tan cercano que parece algo fútil, posible, liviano de llevar y fácil de poner. Es increíble cómo consigue este efecto con arquitecturas que llevan horas de trabajo, mimo en los patrones, días y meses de reflexión sesuda y cientos de horas de taller. Gracia, su madre, siempre me resalta que el talentazo de Juan no se queda contento con un punto, una costura, un tejido o una terminación. Detalle a detalle, plano sobre plano con esmero, corte de patrones al milímetro... eso es lo que luego reluce en texturas rosas, rojas, malvas, blancas y en contraste con negro o sedas increíbles siempre estampadas maravillosamente colección tras colección (esta vez con cabezas, retazos de fotos y sus perfiles en blanco y negro muy op art y a la vez un tanto modernista) o lazadas a cuello que otorgan ese touch femenino tan lacónico y genial.

Como en los cincuenta, los cuellos de Vidal son soberbios, realzados como elemento de seducción en sus ataduras. La veladura de la piel, la delicada y misteriosa una caída de una suave textura satinada está contrastada con unos imponentes abrigos de estructuras sólidas y cinturas destacadas. Camisas de cuadros en franelas llenas de efectismo romántico, faldas que suben hasta el infinito con cortes que, al andar, realzan la sensualidad de una mujer refinada pero sexy. Las mujeres de Vidal son todo eso y más.

Y la noche... la noche en la Madrid Benz Fashion Week fue increíblemente bella por su feminidad actual, en el lame de atados y cruzados algo oriental combinados con vestidos en terciopelo azul o negro líquido como una piel al estilo de los treinta. Y todo bajo una luz embriagadora rosa violácea que invadía la mejor puesta en escena que recuerdo. Con doble salida como la alta costura de París o el chic milanés desfilaban los botines destalonados y soberbios atados de Magrit, las botas y los salones joya, un clásico reafirmado de la marca que viste los pies de la reina Letizia. Al final, un saludo a la carrera, porque él, tipo sencillo y genial, es muy vergonzoso. Tras esa mirada de niño, se esconde alguien que hará la Moda Española muy grande.