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La biblioteca erótica de García Berlanga sale a subasta

La familia del cineasta valenciano busca un comprador el 18 de enero para los cientos de documentos profesionales y personales que guardan en su casa

La biblioteca erótica de García Berlanga sale a subasta

En lo alto de su casa de Somosaguas (Madrid), en una estancia a la que se accedía a través de una escalera de caracol, Luis García Berlanga tenía su santuario. Allí sólo se podía entrar si uno tenía la llave, y esa llave sólo la tenía él. Pese a eso, sus hijos aprendieron a forzar la puerta y a acceder así a un paraíso de imágenes prohibidas que muy pocos niños españoles de la época eran siquiera capaces de imaginar. «Entrábamos con nuestros amigos y nos pasábamos horas allí. Menos mal que eran todos hijos de familias liberales», recuerda José Luis, uno de los cuatro vástagos del director valenciano.

En esa planta alta de su casa, el erotómano Berlanga llegó a reunir más de 3.000 volúmenes -muchos de ellos primeras ediciones y encuadernaciones artísticas- de esa literatura que, como alguna vez definió el mismo director valenciano, «se lee con una sola mano». De hecho, este fue el lema de La Sonrisa Vertical, la colección de libros eróticos que Berlanga fundó en 1977 y dirigió durante 15 años y que entró en decadencia con la muerte de su impulsor y el auge de internet. El próximo jueves 18 de enero, la casa de subastas madrileña El Remate, especializada en libros y manuscritos históricos, pone a la venta la famosa biblioteca erótica del fetichista cineasta por un precio de salida de 27.000 euros.

«La vendemos porque ninguno de nosotros es aficionado al género -explicaba ayer a INFORMACIÓN José Luis García Berlanga-. En la casa de Somosaguas ya no pinta nada, pero es una colección magnífica que mi padre estuvo reuniendo durante más de 50 años. Estábamos en pleno franquismo y cada vez que viajaba a algún país (especialmente a París, Nueva York o Tokio) volvía con los libros escondidos en la maleta y muerto de miedo».

Ya en 2014 los hijos del cineasta nacido en València en 1921 quisieron vender la biblioteca erótica de su padre, aunque por entonces los cerca de 3.000 volúmenes estaban sin ordenar ni catalogar. «No sabíamos a quién dirigirnos y al final hablamos con Remate, que es una casa muy seria. Durante cuatro meses, una bibliotecaria contratada por la familia se ha ocupado en clasificar y catalogar todos los libros de la colección».

Berlanga se pasó la vida coleccionando objetos y libros de sexo y dicen que tenía incluso un carné especial para entrar en zonas prohibidas de librerías de Nueva York. Además de ejemplares de los libros que publicó en La sonrisa vertical, la biblioteca incluye ediciones originales de clásicos franceses como Pierre Louÿs (con prólogo de Vicente Blasco Ibáñez); Eastern Shame Girl, un libro de relatos inspirados en la literatura china; o las historietas de la dulce Gwendoline del dibujante estadounidense John Willie, así como numerosos ejemplares de publicaciones eróticas impresas en el siglo XIX. Estos ejemplares «de temática galante, erótica y pornográfica», como la califica la casa de subastas, comparten espacio con unas 1.500 revistas pornográficas, como Playboy, Skin Two o Bondage Life.

«Hay muchas ediciones limitadas, mucha cosa antigua, colecciones completas dedicadas al sadomasoquismo -explicaba ayer su hijo-. Mi padre no ocultó nunca esta afición, quizá porque era más libertino que otra cosa». A la familia le gustaría que el comprador en la subasta del jueves 18 mantenga la colección tal cual la dejó Berlanga, sin revender después los ejemplares sueltos. «Más que para bibliófilos, la colección es para erotómanos-indica José Luis García Berlanga-, para alguien que sepa disfrutar de estas cosas como hacía mi padre».

Tal como definía ayer el hijo del cineasta, Berlanga tenía algo parecido a un «síndrome de Diógenes» que le hizo almacenar durante su vida cientos de objetos y documentos relacionados con su vida personal y profesional, y que a su familia le gustaría que pasara a manos de una fundación o institución privada para que se exhibiera y fuera objeto de estudio.

El valor de la parte cinematográfica de este tesoro es incalculable, habida cuenta de que se trata de uno de los creadores españoles más importantes del siglo XX y el gran y más incisivo cronista de su sociedad. «Hemos encontrado cincuenta y tantos inéditos entre guiones, sinopsis y tratamientos de películas que no hizo -señala su hijo, el único de los cuatro que ha mantenido también una carrera en el séptimo arte-. Hay cartas con Fellini, Muñoz Suay o Azcona. Y, por supuesto, carpetas con fotografías de rodaje, guiones originales y modificados, listas de posibles actores, etcétera de todas las películas que filmó y de los proyectos». Destacan, por ejemplo, las fotografías de una Brigitte Bardot de 19 años hechas en Cannes que Berlanga envió desde allí a Madrid para el casting de Novio a la vista.

Y, junto a los recuerdos profesionales, están los objetos personales que Berlanga fue acumulando en su santuario con el furor del coleccionista con el que levantó también su biblioteca erótica. La familia ha encontrado, por ejemplo, una carpeta con las cartas que remitía a su familia desde el internado de Suiza al que fue enviado con 10 años. También, decenas de credenciales, sus carnets de la universidad, de la Falange en València y de la División Azul, donde se alistó voluntario para que le condonaran la pena de muerte a su padre tras la Guerra Civil. «Hay incluso cuadernos de cuando era adolescente llenos de poesías, pensamientos y los nombres de las chicas de las que estaba enamorado», añade José Luis García Berlanga.

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