Sabemos dónde está y qué es, pero su historia es prácticamente desconocida. Ahora que el Ayuntamiento de Alicante se va a meter de lleno en su rehabilitación, muy necesaria, con un proyecto de un millón de euros, a sufragar a medias con fondos europeos, resulta interesante acercarse al Castillo de San Fernando y al papel que ha desarrollado a través del tiempo, pese a ser el gran olvidado.

«Se trata de recuperar nuestras señas de identidad, sobre todo por el importantísimo papel que Alicante tuvo en la época del liberalismo en los siglos XIX y XX, con el periodo de las Cortes de Cádiz», asegura Pablo Rosser, jefe del departamento de Memoria Histórica del Ayuntamiento. «Cádiz y Alicante se convierten en dos ciudades señeras en esa época, una porque es la que aprueba la primera constitución democrática y la segunda porque es la primera ciudad libre que puede aplicarla», destaca.

Se construyó en la cima del Monte Tossal de forma muy rápida, en tan solo dos años, entre 1810 y 1812, antes de que Alicante se convirtiera en la capital del Reino de Valencia porque quedó fuera de la conquista de las tropas francesas. Defenderse de ellas fue el objetivo de su construcción, ya que la ciudad estaba muy bien protegida por mar con el Castillo de Santa Bárbara, pero no por tierra y se quería poder repeler a las tropas napoleónicas en caso de ataque, algo que ocurrió el 16 de enero de 1813, aunque no llegó a entrar en uso porque los invasores se frenaron en el Altozano.

El proyecto lo realizó el ingeniero militar Pablo Ordobás, dentro del contexto de la Guerra de la Independencia, y se construyó muy deprisa. «Tanto que tiene fallos de cimentación que provocaron la enorme grieta que tiene el torreón principal». Después de cumplir su papel protector, a finales del XIX el castillo y el monte cayeron en manos privadas y fue un grupo de concejales, encabezados por el Doctor Rico, uno de los creadores del republicanismo en Alicante y en España, quienes empezaron a negociar con los particulares y consiguieron que volviera a manos públicas.

Durante la Guerra Civil, se instalaron cañones y volvió a usarse una vez acabada la contienda como campo de concentración de oficiales del ejército republicano «y así se utilizó durante varios años, tal como recoge la documentación que se ha conservado». Después queda en desuso y en los años 60, con el boom turístico, se abren los dos castillos. En el de San Fernando se arreglan los accesos y la jardinería y se convierte en el lugar tradicional para tomar la mona y ver la cremà de Hogueras. «Esto va cayendo en desuso porque no hay una política de uso cultural del castillo; cuando se hace el parque, no hay voluntad de incorporarlo como un recurso más para la ciudad y ahí se quedó».

El paso del tiempo ha sido bastante benévolo con esta construcción, que «está en buen estado en general», y los daños que sufre son debido a la falta de mantenimiento. Ahora las obras de recuperación de esta fortaleza están más cerca y también la eliminación de las antenas de telecomunicaciones que se colocaron en los 70 y que ocupan ocho naves de bóveda de cañón.

Pero este castillo tiene su patio de armas; su aljibe, del que se está realizando un estudio para ver sus dimensiones ya que está cegado, su foso con puente levadizo y unos baluartes «muy interesantes» que dan a la zona del foso. «Es muy interesante porque copia tipologías defensivas del siglo XVI aunque se construyó en el XIX»

El primer paso ahora es el estudio previo, que es en lo que se está trabajando, apunta Rosser, para ver las necesidades de la construcción. Después se rehabilitará para preparar visitas guiadas y, como objetivo, «hacer un centro de interpretación del liberalismo en Alicante, como recurso cultural y turístico».

«Tenemos dos castillos, así que usemos los dos porque hay pocas ciudades así, no es algo habitual», destaca Pablo Rosser.