Más allá de una obra puramente musical, Paul McCartney. La biografía sobresale desde hace pocas semanas en las librerías como manual clave para entender el siglo XX, el del estallido de la cultura popular. «He logrado revelar a un Paul McCartney muy diferente de la imagen que el mundo tiene de él: un adicto al trabajo y perfeccionista que, a pesar de su amplia fama, ha sido subestimado por la historia y que, pese a su genio indudable, es, a su manera, tan inseguro y vulnerable como su aparente antítesis total, John Lennon», apunta su autor, Philip Norman.

Así consta en el epílogo de este libro editado en español por Malpaso y escrito por la misma persona que en 1981 convirtió en un best seller su retrospectiva de los Beatles, ¡Gritad!, al que muchos achacaron «una excesiva glorificación» del compositor de Imagine en detrimento de Macca.

Célebres son unas declaraciones en televisión en las que afirmó que Lennon, fallecido poco antes, había constituido en realidad «tres cuartas partes» del talento de los Fab Four, minusvalorando la aportación del autor de, por ejemplo, Yesterday o Hey Jude.

«Todos aquellos años que había pasado deseando ser él me habían dejado la sensación de que, de alguna manera poco clara, necesitaba vengarme», reconoce Norman en el prólogo de este relato que cuenta, para su sorpresa, con la «aprobación tácita» de McCartney.

«Admití que era posible que yo fuera la última persona que él elegiría como biógrafo, pero añadía que esperaba que el libro de Lennon hubiera enmendado, aunque fuera en parte, el injusto tratamiento que había recibido por mi parte en ¡Gritad!», cuenta sobre cómo solicitó al artista vía libre para esta nueva obra. Solo un par de semanas después llegó una respuesta: «Gracias por tu mensaje. Con gusto te doy mi aprobación tácita».

Así pues, «no autorizado pero tampoco disuadido» y, sobre todo, «sin intentar ejercer ningún control editorial sobre el resultado», Norman contó con un acceso privilegiado, en algunos casos por primera vez, a miembros de la familia y al círculo de amistades del biografiado.

Entre ellos se encuentra su madrastra Angie, fundamental al trazar la relevancia del padre de McCartney en su vida y empezar a dibujar desde el principio una dimensión sobre todo humana que le hace derrochar páginas en aspectos domésticos tan inocuos para el arte como su gusto por la leche condensada o la carne (al menos hasta su conversión al vegetarianismo).

Aquí radica el principal punto débil del libro para voces críticas que ven un excesivo peso de lo personal sobre lo creativo y echan de menos el relato sobre la génesis de sus composiciones más relevantes. McCartney se convirtió para muchos en la sonrisa de los Beatles, en su «relaciones públicas» y en el más proactivo y centrado de sus miembros, en el conservador y taimado. Estas páginas humanizan el cliché buceando igualmente en sus dislates.

Además del sexo, con un prolijo recuento de aventuras entre sus páginas, Norman recrea su relación con las drogas, que derivó en un mediático arresto en 1980 por posesión de cannabis en el aeropuerto de Tokio y en el reconocimiento público de que consumía LSD (fue la primera estrella pop en hacerlo).

«Al tiempo que reconozco sus flaquezas, he llegado a respetar -y, con frecuencia, a admirar- a ese hombre», declara Norman.