La actriz Verónica Forqué, galardonada con el Premio Nacional de Cinematografía Nacho Martínez del Festival Internacional de Cine de Gijón, lamentó ayer que el cine no cuente historias interesantes de mujeres de sesenta años. En una rueda de prensa celebrada antes de recoger el galardón en la gala inaugural del festival, la actriz dijo que está algo alejada del cine porque «no hay muchos papeles» para mujeres de su edad y por ello ha centrado su actividad en el teatro.

«La mayor parte de las películas están escritas o dirigidas por hombres que prefieren las mujeres de 28 a las de 60 y yo lo comprendo porque a mí también me gustan los hombres más jóvenes», dijo. La actriz, que ha ganado cuatro premios Goya, destacó que «cuando las mujeres pasan de los cuarenta dejan de ser sexualmente atractivas para los hombres y entran en otra categoría». No obstante, reconoce que «la verdadera revolución del siglo XX ha sido la revolución feminista, aunque todavía queda mucho camino por recorrer en esta sociedad que se dice civilizada».

La interprete protagonista de Bajarse al Moro o La vida alegre, de Fernando Colomo, asegura que cuando era niña «quería ser como Concha Velasco», a quien veía en los platós cuando su padre la llevaba a los rodajes.

Forqué recordó la «ilusión» con la que acompañaba a su padre a los rodajes y la «admiración» que sentía y siente aún por Concha Velasco, a quien veía «siempre elegante y firme».

En esa época, también coincidía con Velasco en la misa de los domingos, a las que su familia, que era laica, acudía para satisfacer el deseo de su hermano, que tuvo «una etapa en la que se le dio por ser beato».

Hija del director y productor José María Forqué y de la escritora Carmen Vázquez-Vigo, su vida a estado siempre vinculada al cine y al teatro, aunque en algún momento de su juventud pensó en estudiar medicina. Aseguró estar «satisfecha» con la elección del oficio de actriz porque le ha permitido vivir toda la vida de su trabajo, en «una profesión difícil porque hay muchos actores y no hay trabajo para todos».

Forqué agradeció el premio que le ha otorgado la dirección del Festival de Gijón en reconocimiento a su trayectoria profesional y valores humanos, y recordó al actor Nacho Martínez, fallecido en 1996, que le da nombre al galardón.

Aunque compartió cartel con Nacho Martínez en la película Matador, de Pedro Almodóvar, no coincidieron en el rodaje y se conocieron en los años 80 en la representación de la obra teatral María la mosca.

«Yo hacia el papel de una prostituta y Nacho era mi chulo, al final yo le mataba, aunque ahora no recuerdo por qué motivo», rememoró la actriz que obtuvo su cuarto Goya por Kika, de Almodóvar.

Forqué dijo que no se plantea pasar a la dirección cinematográfica, una actividad que considera «tan dura como subir al Himalaya», aunque le gustaría continuar dirigiendo teatro.

Sobre si se siente más cómoda en papeles cómicos que dramáticos, ha dicho que le «gustan más los guiones en los que interviene el humor» pero no de manera exclusiva o determinante. En su opinión, las dosis de humor «tienen que estar mezcladas» con lo dramático, «como todo en la vida, en la que las alegrías se alternan a las tristezas».