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Una lucha contra el tiempo

Los cines de sala única van camino de su desaparición en España, aunque en Alicante y provincia resisten con distintos espacios que conservan sus raíces e identidad

Una lucha contra el tiempo

Esta es una lucha contra el tiempo, contra la feroz competencia del sector y su guerra de precios particular, contra las distribuidoras (que dan prioridad a los rentables cines de las grandes superficies comerciales con las películas más codiciadas) y, por su supuesto, esta es una lucha contra el enemigo más temible: Netflix y las nuevas plataformas digitales audiovisuales.

Esta es la lucha de los cines de sala única, de los que apenas sobreviven medio centenar en toda España, aunque un significativo número están localizados en Alicante y provincia. Por eso, pese a que esta es una lucha perdida, una batalla imposible, aquí hay motivos para la esperanza.

De tradición familiar en la mayoría de casos, en los que hijos y padres se reparten las labores cinematográficas, desde la regencia del bar hasta la taquilla pasando por la proyección, estos cines de salas únicas aprisionan su identidad y raíces. Un viaje en el tiempo, «pequeños contenedores y fabricantes de sueños», que están representados en la provincia por los cines Navas (en Alicante), La Esperanza (San Vicent del Raspeig), La Pau (Gata de Gorgos), Roma (en L'Alfàs) y Jayan (en Xàbia). Su reivindicación, su papel insustituible en la cultura del séptimo arte, ha sido rescatada por el fotógrafo Juan Plasencia con la exposición Fila Siete

«La primera imagen que tomé fue en Xàbia, en el Cine Jayan, y fue una premonición. En la imagen, hay retazos de cine clásico que se combinan con la juventud de la niña inocente... fue increíble», comenta Plasencia respecto a esta muestra que retrata, en blanco y negro, distintas salas españolas de proyección única que están en peligro de extinción.

«Lo más importante de la exposición son los ciclos familiares que hay detrás. Y no es un detalle baladí. Estos cines no son económicamente rentables hasta el final, o bien aguantan durante muchos periodos con números en rojo. El cine es suyo, no pueden contratar a nadie. Entonces, gracias al amor por el oficio, que es algo heredado, que lo han vivido desde pequeños, continúan. Son héroes, es una épica empresarial, toda una tradición desde el punto de vista social y cultural. Porque vale que son privados, pero hay mucha historia detrás, la historia de todos nosotros, como el primer beso, y que ahora estamos a punto de perder», indica Juan Plasencia sobre este proyecto cuyo origen cabe buscarlo en lo anecdótico, puesto que Plasencia deseaba revivir las emociones de niño en estos cines cuando, de pronto, se dio de bruces con la más brutal realidad ya que estos habían desaparecido o cerrado.

«Fue entonces cuando nos planteamos un amigo y yo qué habría pasado en otras localidades y zonas de España, y así nos enfrascamos con la documentación y los primeros resultados», resume Juan Plasencia después de patearse 20.000 kilómetros para encerrar, en Fila Siete, la magia y esencia única que envuelve a estas salas de proyección. Un patrimonio cultural que, con esta muestra, se exhibe ahora mismo en el Auditorio Mediterrànea de La Nucia (hasta el 11 de diciembre), tras haberse presentado en Madrid, en la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España.

«Me da la sensación que, día a día, nos hacemos más insensibles. Pero el resultado final, lo que me ha dado este trabajo, es que todos somos unos románticos del cine. El público ve las imágenes y enseguida sale algo», concluye Plasencia con Fila Siete, que es una llamada a las emociones, a los sentimientos, que aporta aire y oxígeno a estas salas que, en su agonía, se sobreponen a todas las adversidades por y para la cultura.

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