¿Quién era J.D. Sutton? Esa pregunta se la formularon desde la SGAE al director del Teatro Principal de Alicante, Paco Sanguino, hace unos meses. La respuesta fue José Antonio Peral. Abogado para poder vivir, pero dramaturgo y hombre de teatro ante todo. Autor de nueve obras, ganador del Premio Carlos Arniches en 1972, fundador de la Asociación Independiente de Teatro de Alicante... y letrado durante un «paréntesis» que abarca desde los 33 hasta los 70 años, cuando cerró el libro de derecho y abrió el de la escritura teatral con la misma ilusión que al principio para firmar dos obras más: Próxima estación, en 2011, y La letra pequeña, en 2014, meses antes de fallecer.

José Antonio Peral (1939-2015) utilizó en todas sus piezas el seudónimo de J. D. Sutton. Algo que se entiende cuando se sabe que nació en la ciudad británica de Sutton-Surrey, aunque con tan solo un año se trasladó a Alicante. Una huella que, sin embargo, no quiso borrar. Como tampoco lo hizo con el teatro.

«Lamentablemente durante todos esos años no ha habido ninguna iniciativa que tratara de preservar a un dramaturgo de indudable interés en la época de la Transición, hasta el punto de que llega el momento de su retirada y vuelve a escribir con 70 años», afirma Sanguino. Con esa reflexión y la necesidad de recuperar este valor teatral, el director del Principal empezó a preparar un homenaje a Peral para relanzar su obra y su figura. «Lo que he descubierto como escritor y dramaturgo le coloca como una voz absolutamente legitimada dentro de la dramaturgia alicantina».

Él empezó a mover el teatro en Alicante y es una pieza fundamental en su desarrollo en la ciudad. «Lo que ocurre es que con una obra incipiente e interesante se retira porque considera que su misión es otra, dedicarse a la abogacía». Sin embargo ese silencio como dramaturgo se traduce en una gran afición por la escena. «Siguió manteniendo contacto con los jóvenes dramaturgos a finales de los 80, que es mi caso, y seguía participando tanto como aficionado como fundador y miembro de la AITA».

Aunque todavía no hay fechas, ni están cerrados los nombres de los participantes, Sanguino pretende que esa jornada sirva para realizar una lectura dramatizada de una de sus obras, probablemente con la que ganó el Premio Arniches, Mañana -«que sigue siendo un texto extremadamente moderno»- o alguna de las dos últimas, con la voz de actores alicantinos. También se ha puesto en contacto con el Instituto Juan Gil-Albert para que edite una de sus piezas dramáticas, ya que solo cuatro de las nueve que firmó han sido publicadas. En ese mismo acto se entregará un recuerdo a la familia del dramaturgo.

Precisamente su hijo, Toño Peral considera este homenaje «un honor para mi familia», para que la gente «lo recuerde, lo lea y que no se pierda su talento porque tenía un gran ingenio y una imaginación prodigiosa; era un dramaturgo en su más pura esencia».

Recuerda cómo cuando se jubiló en 2010 se dedicó a revisar y reescribir sus siete obras y después escribió -a mano, por supuesto- dos más. «Quería recuperar el tiempo perdido y se puso a escribir como un torbellino de producción creativa».

Presentó en 2012 Próxima estación - «una cosa muy divertida sobre gente mayor»- al Premio Lope de Vega, «porque le hacía mucha ilusión ese galardón». Pero la crisis se encargó de anular la convocatoria. Toño Peral lo hizo en nombre de su padre en 2014, con La letra pequeña, su última obra. «Él estaba feliz, aunque murió un mes después». Esta historia es, asegura, «una obra increíble, un drama familiar con un montón de circunstancias, amores, desamores y traiciones».

Su primer texto dramático es Las chapas (1961) que fue estrenado en 1969 por el Teatro Universitario de Alicante y también publicado. También se estrenaron Extraños habitantes en la calle (1968) por el grupo TEMI y Todas las velas no son muchas velas para Máryorick (1970), traducida al italiano y representada en el Teatro Centrale de Roma. Algunas escenografías, además, fueron de Gastón Castelló.