Su nombre ha sonado tanto en el último año, que volver a estar en las quinielas de los premios Nobel se ha tomado casi más como algo lógico que como una excepción. Pero lo es y enorme. Que el profesor de la Universidad de Alicante Francis Mojica haya estado por segundo año consecutiva entre los candidatos al Nobel de Medicina que se falló el lunes, alentaba la posibilidad de que un español, después de muchas décadas, consiguiera este reconocimiento internacional.

No fue posible, pero este profesor del departamento de Fisiología, Genética y Microbiología de la UA vuelve a mantener en vilo a nuestro país puesto que también repite como candidato al Nobel de Química que se falla hoy. Y puestos a elegir, asegura, «prefiero el Nobel de Química porque es lo mío, me identifico más con la Química que con la Medicina».

Lo dijo este investigador ilicitano en la puerta del departamento que dirige en el Campus de San Vicente después de haber oído pronunciar varios nombres que no eran el suyo desde el Instituto Karolinska de Estocolmo. Le pasó el año pasado y este se repite. «Yo sigo a lo mío, que es haciendo investigación básica».

Pero desde el año pasado a este han pasado muchas cosas. Bautizado como el padre de la técnica de la edición genética CRISPR/Cas9, Mojica tardó más tiempo casi en que reconocieran su trabajo que en realizar su descubrimiento. Determinar que las bacterias tienen un sistema autoinmune -resumiendo un proceso científico de gran envergadura- ha permitido desarrollar una herramienta para la edición genética que permite cortar y pegar secuencias de ADN.

Este logro elogiado por las más prestigiosas revistas especializadas y también por el mundo científico ha cosechado sus frutos y ha llevado a este profesor incondicional de la investigación básica a ser reconocido con varios premios internacionales.

Si el pasado año recogía el Jaime I de Investigación Básica y optaba a los Nobel de Medicina y Química, este año los reconocimientos internacionales se han ido sucediendo abonando un camino que frutos, desde luego, ya ha dado y que le han colocado en el top de los investigadores a nivel mundial. Entre esos galardones, el premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Biomedicina, el premio de la Fundación Lilly, el Plus Alliance a la Innovación Global, uno de los más valorados del ámbito científico que recogió en Londres hace unos meses, y, el más destacado, el Premio Albany. Este último, que recogió la semana pasada, es el más prestigioso galardón de medicina de Estados Unidos.

Y ha sido este reconocimiento un empuje fundamental para que este año sus candidaturas a los Nobel tengan mucho más peso. «El Premio Albany ha sido un empuje muy importante porque es un reconocimiento internacional de primer nivel y no es igual si ven que tu trabajo se ha reconocido con este premio».

Este profesor está seguro de que tarde o temprano CRISPR viajará a Suecia para recoger el Nobel, aunque «puede ser dentro de veinte años». Y eso que, asegura, «la tecnología nos ha hecho avanzar a una velocidad que no podíamos imaginar». Él, de momento, sigue trabajando en el laboratorio que es donde le gusta estar, aunque se ha tenido que alejar más de lo que hubiera querido de su mesa de estudio debido a una agenda en la que ha tachado muchas fechas para poder corresponder a todos los compromisos surgidos.

Entre muchos y variados, el de ser investido como doctor honoris causa por la Universitat Politècnica de València el pasado 20 de septiembre. Y tendrá que volver a la ciudad del Turia en breve para recibir esa misma mención en la Universitat de València, en el marco de la celebración de los 50 años de los estudios de Biología.

Pero siempre vuelve a Alicante. De momento. Las ofertas le han llovido en los últimos meses. Algunas, afirma, «muy jugosas».