El 28 de septiembre de 1939, Miguel Hernández había salido de comer de casa de José Marín y Presentación Gutiérrez, padres de Ramón Sijé, y caminaba tranquilamente, con Justino Marín, por la calle Mayor de «tu pueblo y el mío», Orihuela, cuando fue denunciado por José María Martínez Pacheco El Patagorda y detenido en la puerta de la casa de Eusebio Escolano. Fue encerrado en el retén policial por el inspector Manuel Morell Roger y esposado por todo el pueblo fue trasladado al día siguiente a los sótanos del seminario oriolano,habilitado como prisión. El poeta acababa de ser liberado, el 15 de septiembre de la cárcel de Torrijos.

El escritor onubense Augusto Thasio (Isla Cristina, 1950) ha efectuado una importante investigación sobre el recorrido, en su huida, del poeta Miguel Hernández por Andalucía y ha recuperado el expediente carcelario portugués. Este interesante trabajo lo recoge en su libro Miguel Hernández , su perdición encontrada, que se publicará próximamente dentro del 75 aniversario de la muerte del poeta. Es una edición internacional bilingüe, en español y portugués, con la colaboración de la Cámara Portuguesa como desagravio.

Estas aportaciones modifican motivos, fechas y lugares del recorrido y de las detenciones sufridas por el poeta oriolano. Thasio señala que el poeta sale del bello pueblo andaluz de Aroche cruzando la frontera portuguesa por la ribera del río Chanza y por el paso de Puerto Nogal, Cumbre el Cedro y Barranco, sierras que le recuerdan las de Orihuela y su época pastoril, que estuvo en la hacienda de Heredade do Machado y confirma que en el pueblo de Moura es denunciado, detenido y esposado el domingo 30 de abril de 1939 por dos guardinhas, por indocumentado dentro de «una taberna que también es comercio», lugar al que va el poeta para vender el reloj que le había regalado, por su boda con Josefina Manresa, su amigo Vicente Aleixandre.

Lo suben a un camión y es trasladado al cuartel de Sobral de Adiça, pueblo de «casas humildes, blancas y pequeñas». Al día siguiente, el 1 de mayo, «en el mismo camión», «es llevado al puesto fronterizo de Vila Verde de Ficalho, un pueblo dulce, de miel de romero y jara», nos cuenta en su bello libro en prosa poética Augusto Thasio. Este municipio está «separado del pueblo onubense de Rosal de la Frontera por una raya artificial trazada a lo largo de la sierra, sus respectivos habitantes de ambos lados se casan entre sí sin importarles idiomas y costumbres», en «la casa-palacio de los condes de Ficalho, transformada en prisión, Miguel es asateado por preguntas sobre el lugar por donde cruzó a Portugal, intenciones y motivos de pasar la raya indocumentado, pareceres sobre las afinidades de Franco y Salazar, e ideas políticas y revolucionarias». El 3 de mayo, nos confirma Thasio, apoyado en el expediente carcelario portugués que él ha recuperado y que llega ahora por primera vez al público hernandiano, es esposado, conducido a Rosal de la Frontera y encerrado en el depósito municipal, «humillado y sometido a un durísimo interrogatorio y golpeado con una vara y abofeteado».

Incluye en su libro la entrevista que hizo en 1983 a la rosaleña Dña. Manuela, mujer de Francisco Guapo que compartía celda con el oriolano. Esta mujer le lavó la ropa y le llevó comida hasta el traslado del poeta a la prisión provincial de Huelva el día 9 de mayo de 1939 a las 6 de la madrugada y Miguel le regaló el manuscrito en papel de estraza del poema Hombre encarcelado, con un dibujo del barco que pensaba coger en Lisboa. Ese poema jamás fue encontrado.

La aportación de Augusto del expediente carcelario portugués es muy importante. En él aparecen las fechas y lugares de detención y las huellas dactilares del poeta. Esta publicación afirma rotundamente sin lugar a dudas, que efectivamente como decía Miguel, el único cargo que pesaba sobre él era el haber cruzado indocumentado y sin autorización la raya.

En la actualidad, Miguel Hernández ha recibido homenajes en aquellos pueblos onubenses y portugueses. En Moura hay un olivar formando una estrella con el poema de Aceituneros; en Ficalho un monumento y un paseo con su nombre; en Santo Aleixo un parque; en Rosal de la Frontera, su huella permanece y constantemente hay actividades educativas y culturales hernandianas. Y además de un busto, está la celda que se ha reproducido tal y como fue.